El Eoceno y los modelos climáticos
Un estudio sobre datos procedentes de fósiles del Eoceno sugiere que los modelos climáticos podrían estar subestimado el futuro calentamiento de las regiones polares, pues el calentamiento de los mares polares de entonces fue más fuerte que lo que predicen estos modelos.
Pertenecemos a una generación que está contemplando el fin del mundo tal y como lo conocíamos. En unas pocas décadas habremos destruido casi todos los ecosistemas naturales. La belleza sublime de este planeta está desapareciendo delante de nuestros ojos.
Lo increíble es que no lo queremos ver porque queremos seguir con nuestro mismo estilo de vida. Además estamos emitiendo tanto dióxido de carbono que estamos cambiando el clima. Si no tenemos cuidado, a finales de siglo la situación será absolutamente irreversible.
Cuando se piensa en cómo puede reaccionar el planeta a este efecto invernadero antropogénico, se pone como ejemplo el Eoceno, un periodo que se extendió entre hace 56 y 34 millones de años. Durante esa época un fuerte efecto invernadero caldeó la Tierra y los hielos polares desaparecieron totalmente.
Durante esta época la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera fue de más de 560 partes por millón, al menos el doble que los niveles preindustriales, lo que provocó una temperatura media global 8 grados superior a la temperatura actual. La Tierra tardo entonces 22 millones de años en recuperar una situación normal.
Podríamos pensar que, si esa situación se dio de forma natural, entonces no es malo que se dé de nuevo algo así ahora. Sin embargo la realidad es que esas condiciones serían absolutamente desastrosas para la vida en la Tierra, porque, esta vez, las especies no tendrían tiempo de evolucionar para adaptarse a unas nuevas condiciones que han aparecido súbitamente. Básicamente, se tendrían las condiciones climatológicas para una extinción masiva que se sumarían a otras condiciones igual o peores en el mismo sentido provocadas por las condiciones de degradación ecológicas.
En todo caso, el Eoceno nos sirve para poner a prueba los modelos climáticos que usamos para predecir el clima futuro. En estos modelos se introducen las condiciones geográficas, ciertos aspectos físico-químicos y las propiedades del agua y la atmósfera para saber la temperatura promedio en los distintos sitios de la Tierra en función de la cantidad de dióxido de carbono contenido en la atmósfera. Muchos de estos aspectos, como la cantidad de dióxido de carbono, también los sabemos sobre el Eoceno, así que metiendo esos datos en los modelos se puede retropredecir el clima de esa época. De este modo podemos ver si hay o no discrepancias y saber la fiabilidad de estos modelos.
Un grupo internacional de científicos ha estudiado un aspecto que ha permitido saber más sobre el clima del Eoceno y han encontrado una discrepancia para varios modelos. Para ello han analizado foraminíferos fósiles de esa época. Con ello han podido ajustar finamente los datos y capturar con ello las condiciones de las regiones polares para así mostrar que los océanos tropicales se calentaron sustancialmente durante el Eoceno, pero no tanto como los mares polares, que se calentaron mucho más de lo que se creía.
Los modelos climáticos que estamos usando en la actualidad no predicen tan bien el calentamiento excesivo de las regiones polares respecto al resto, por lo que los modelos no son lo suficientemente buenos y podrían estar subestimando el calentamiento.
“Sí, los trópicos se están calentando, pero no al mismo nivel que las regiones polares. Esto es algo que realmente necesitamos comprender y replicar en los modelos climáticos. El hecho de que muchos modelos no sean capaces de hacerlo en este momento es preocupante”, dice David Evans (University of St Andrews).
Según él, esto señala la posibilidad de que las predicciones climáticas para las regiones polares que teníamos hasta ahora pronostiquen un calentamiento inferior al que en realidad se dará.
Uno de los problemas ha sido siempre determinar con precisión la diferencia de temperatura entre la temperatura superficial de los mares polares frente a la de los mares tropicales en épocas pasadas. Datos que deben predecir bien los modelos con los que contamos, pues la física y química del pasado deben ser las mismas ahora que hace millones de años y los modelos funcionar igualmente bien.
Los foraminíferos son seres unicelulares muy pequeños, pero visibles a simple vista muchas veces. Viven en el lecho marino y pueden funcionar como paleotermómetros para así poder evaluar con precisión la temperatura del agua cuando estaban vivos. Siempre que sean conservados en los sedimentos y posteriormente fosilizados, claro está.
Estos fósiles nos dan una horquilla temporal de nada menos que 540 millones de años. La ventaja es que durante el Eoceno eran muy abundantes y hay rocas compuestas por entero por fósiles de foraminíferos. Algunas de ellas se pueden encontrar en calizas de la actual Tanzania, por ejemplo.
“Si echas un vistazo a las pirámides, están llenas de estas pequeñas cosas con forma de lenteja que son los foraminíferos. Los antiguos griegos pensaban que las pirámides estaban hechas con las lentejas de los esclavos que las construyeron, pero es sólo caliza procedente de uno de los depósitos que está llenos de ellos [foraminíferos]”, dice Laura Cotton (Florida Museum of Natural History)
Los foraminíferos crean su concha en un contexto concreto de temperatura y química oceánica, por lo que funcionan como cápsulas del tiempo, hablándonos de las condiciones oceánicas de la época en las vivieron. Estas conchas están hechas principalmente de calcio, carbono y oxígeno. Pero las proporción de los distintos isótopos de estos elementos nos dice la temperatura que reinaba en la época en la que estos seres estaban vivos. Así que sus fósiles forman un registro de la temperatura y química oceánicas a lo largo del tiempo.
Este grupo de investigadores analizó rocas con foraminíferos que vivieron durante el Eoceno procedentes de India, Indonesia y Tanzani. Analizaron tanto la relación isotópica de esos elementos como la cantidad de magnesio y calcio. Ello les permitió evaluar con precisión la temperatura superficial de los mares tropicales de esa época y su química respectivamente.
Encontraron que las aguas tropicales de la época eran 6 grados centígrados más cálidas que hoy en día. Entonces usaron este dato para deducir la temperatura en los mares polares y dedujeron una diferencia de 20 grados entre océanos polares y los tropicales. Hoy en día esa diferencia es de 28 grados, lo que indica que las regiones polares son más sensibles que el resto del mundo al aumento de la temperatura por efecto invernadero inducido por el dióxido de carbono.
Cuando compararon estos datos con los modelos bajo las condiciones del Eoceno, la mayoría de los mismos subestimó esta amplificación de la temperatura polar en cerca de un 50%.
Dos de los modelos funcionaron muy bien a la hora de reproducir lo observado para el Eoceno y poseían algo en común: tenían mejor en cuenta la formación de nubes y su longevidad en la atmósfera, sobre todo en las regiones polares.
Según estos científicos, este es el aspecto que hay que cuidar en los modelos climáticos de ahora en adelante.
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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Foto: Laura Cotton.
1 Comentario
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lunes 29 enero, 2018 @ 8:24 am
Pienso que una más rápida fusión de los hielos polares se dará porque la diferencia de temperatura con la atmósfera es mayor.