La caza del perezoso gigante
Recrean la caza de una perezoso por parte de seres humanos a partir de las huellas que dejaron en el suelo.
Cuando el ser humano llegó a cualquier región del mundo en donde no estuvo antes, las primeras víctimas en desaparecer para siempre fueron las especies pertenecientes a la megafauna.
Se sabe que en tiempos muy recientes los maoríes extinguieron a los moas de Nueva Zelanda o que los indonesios hicieron los mismo respecto al pájaro elefante y los lemures gigantes de Madagascar .
Hace mucho más tiempo, hace más de 10.000 años, se sabe que los nativos americanos se dedicaban a cazar los mamuts o los perezosos gigantes. La megafauna de casi todo el mundo se extinguió al final de la última época glaciar y no se sabe bien cuál fue la contribución del ser humano en esta extinción
El perezoso gigante es una buena pieza a cazar por los humanos que llegaron a esa región del globo. Cazar uno de ellos significaba comida para todo la tribu. Pero este perezoso era un animal musculado poseedor de una garras afiladas en sus manos con las que podía defenderse.
Saber cómo se las apañaban para cazarlo, a falta de los testimonio de esos hombres, no parece una tarea sencilla, por no decir, imposible. Sin embargo, esto si es ahora posible al lograrse encontrar huellas de humanos y un perezoso que fueron dejadas originalmente en el lodo durante una partida de caza hace entre 10.000 y 15.000 años en lo que ahora es White Sands National Monument en Nuevo México (EEUU).
Es curioso que las huellas halladas se encuentran en un parque nacional que fue usado por los militares en el pasado, cerca de la prueba nuclear Trinity, en el White Sands Missile Range. Allí se probaron misiles o se investigo sobre el programa de defensa estratégica de Reagan. El que fuera un lugar remoto, secreto y el haber estado limitado el acceso durante mucho tiempo han contribuido a que las huellas se conservaran intactas.
Uno de los paisajes más bonitos del parque es una playa que en realidad es un lago seco que se llama Alkali Flat y que es el campo de dunas de yeso más grande del mundo. Al final de la edad última edad del hielo, era un lago al que se ha llamado lago Otero. Según el clima se hacía más cálido, el lago fue menguando y fue erosionado por el viento hasta formarse las dunas. Estas dejaban de vez en cuando planicies entre ellas que ocasionalmente se llenaban de agua. La escena de caza se dio precisamente en una de esas charcas y se formaron huellas que se han conservado hasta ahora a pocos centímetros de la superficie
Hay huellas no sólo de perezosos gigantes, sino también de mastodontes, mamuts, camellos y lobos. Estas huellas sólo son visibles en la superficie en ciertas épocas cuando la costra de sal no es muy gruesa y el suelo no está demasiado húmedo. Las excavaciones realizadas con cuidado de estas huellas permiten obtener detalles asombrosos.
De todas ellas, las que posiblemente sean las más interesante son las del perezoso que están junto a unas huellas humanas y que sugieren que los humanos persiguieron y mataron a estos animales.
Ahora un grupo de investigadores a cargo de Matthew Bennett (Bournemouth University en Poole, RU) ha analizado esas huellas, ha conseguido reconstruir lo que pasó en una de esas peleas y ha publicado sus hallazgos. Para evitarlas garras de este animal, los humanos de aquella época tenían que tener una estrategia elabora de caza. Aunque el hallazgo no es una prueba de que la caza fuera la causa de la extinción del perezoso gigante, sí nos dice que el ser humano lo cazaba.
Entre otras cosas parece que han conseguido identificar el movimiento de barrido que realizó el perezoso con sus brazos para librarse de los humanos y que dejó la contrapartida en forma de círculo en el suelo al compensar los pies ese movimiento. Además, para recuperar el equilibrio apoyó sus nudillos y garras en el suelo. Las pruebas encontradas indican que el perezoso estaba tratando de librarse de los humanos.
La historia se puede reconstruir. El perezoso estaba al borde de una de estas lagunas cuando apareció una horda de humanos que fueron hacia donde estaba el animal. Este fue distraído por uno de los cazadores, mientras que otro trataba de matarlo con una lanza.
El riesgo que asumían esos humanos merecía la pena porque posiblemente proporcionaba una buena cantidad de carne. Aunque tampoco se puede descartar de que se tratara de algún tipo de ritual, al igual que los masáis jóvenes matan leones pese a que no se los coman.
En esa época, América empezaba a ser colonizada por los humanos y estos se extendieron por las grandes planicies. Al coincidir en el tiempo este hecho con la extinción de la megafauna local, algunos investigadores sostienen que fueron los humanos los que provocaron su extinción. Otros sostienen que fue el cambio climático el que provocó esas extinciones.
Este estudio apunta, al menos, a que los humanos de esa época tenían hábitos de caza, pero no puede cuantificar el impacto que ese hábito tuvo en la fauna local. Por tanto, no pueden afirmar que los humanos fueran culpables de esa extinción pero tampoco son exonerados.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com
Fuentes y referencias:
Artículo original.
Ilustración: Alex McClelland/Bournemouth University.
Fotos: Matthew Bennett/Bournemouth University.
32 Comentarios
RSS feed for comments on this post.
Lo sentimos, esta noticia está ya cerrada a comentarios.
domingo 6 mayo, 2018 @ 11:21 pm
Bueno, eso, afirmaciones contundentes requieren pruebas sólidas. No en todas partes donde hay humanos hubo extinción de megafauna, e incluso donde no hay dudas de que sí la hubo (p.ej. leones en la cuenca mediterránea), esa extinción es muy reciente e incluso es atribuíble totalmente a impulsos culturales, puesto que no los extinguieron ni porque afectasen a la agricultura, ni por la caza (había ya demasiados humanos como para que los leones supusiesen un factor concreto, aún teniendo en cuenta que su desaparición probablemente suponía mayor disponibilidad de otros animales salvajes, cabe incluso plantearse si entendían el papel del control de poblaciones), ni siquiera por la seguridad de los mismos humanos.
Tampoco se puede negar que hay animales más fáciles de extinguir que otros.
En cualquier caso, lo que me llama la atención aquí es que, realmente, no hay pruebas de «caza» en el sentido que esta palabra debería tener: para comérselo. Efectivamente, es posible que lo cazasen por muchas razones, a mayores de que se lo comieran, o no. Esto es importante, porque estos humanos no podían cazar por «deporte» (como sí hacen otros grupos más «avanzados»), es decir, no andarían sobrados de recursos. Lo importante aquí sería saber el tipo de relación entre este bicho y los humanos (es decir, si hay alguna más aparte de presa-cazador), y quizá también pueda inferirse de las huellas.
martes 8 mayo, 2018 @ 12:13 am
Aunque no lo has mencionado esta vez, amigo Dr. Thriller, creo que vamos a coincidir en no descartar tampoco las siguientes hipótesis:
-Que lo matasen solo para conseguir la piel.
-O por motivos animistas/mágicos, desde que le considerasen una criatura maligna o que lo matasen para hacer algún ritual.
-Que fuese por motivos ornamentales, como hacerse un collar con la garras.
martes 8 mayo, 2018 @ 1:27 am
Hay un tema que suele apuntar Neo mucho, que es el papel humano como extintor, nunca mejor dicho. En general, no es fácil ni probar ni refutar un papel así, una especie invasiva puede y muchas veces actúa como extintora, por varias razones, sin ir más lejos por solapamiento de nicho. A priori, lo que es innegable es que la especie humana es invasiva por definición, ha tenido un éxito evolutivo espectacular y es de los pocos seres vivos que ha ocupado casi todos los ecosistemas, de hecho entre los animales, pocos han logrado tal marca, y menos aún sin especiarse adaptativamente. Pero no podemos probar que por el mero hecho de ser invasivos provocamos per se un efecto extintor, porque para empezar nuestro nicho es complicado de definir y se solapa con otros de una forma muy difusa.
Resumiendo, es tentador avanzar la hipótesis de que lo que nos hace tener éxito evolutivo nos crea un riesgo de especie extintora (algo que no considero probado como característica), pero ese mismo éxito extintor nos colocaría en el mismo plano que otras especies invasivas éstas sí extintoras (por solapamiento de nicho), haciendo virtualmente irrelevante lo que nos hace aparentemente diferentes y nos otorga ese éxito evolutivo (esta última conexión es una pirueta y no se deduce ni se infiere).
Algo no me casa bien en todo esto. Va a ser que como siempre es todo más liado de lo que aparenta.
miércoles 9 mayo, 2018 @ 10:44 am
Mirarse a un espejo y ver una imagen espantosa es algo doloroso. Para ello solo hay que ver como la literatura, reflejo de la psique humana, ha usado este recurso en multitud de ocasiones.
El que nuestra especie ha sido, es y será causante de la extinción de la megafauna, está fuera de cualquier duda razonable. La certeza absoluta no forma parte de la ciencia, eso son las matemáticas o el fanatismo. La propia cromodinámica cuántica nos niega la certeza absoluta de que en esta habitación no se materialicen un tiesto de petunias y un cachalote, como magistralmente muestra en su trilogía de cuatro libros Douglas Adams, “Guía del autopista galáctico”, y la frase mítica de las petunias “Oh no, otra vez no”. Ningún amante de las petunias en su sano juicio espera a que aparezca el tiesto en su balcón por una fluctuación cuántica y prefiere ir a la floristería a comprarlo.
Todos los resultados contrastados y bien analizados, teoría económicas, modelos de forrajeo, evidencias históricas o del registro arqueológico, muestran la cruda realidad de que nos gusta comer buenos filetes a bajo costo. Solo dificultades extremas como presencia de enfermedades que nos matan, entornos en que tendemos a morir o nos crean dificultades enormes, han servido de protectores para los animales. Además la antropología muestra que no nos gusta trabajar por naturaleza (lo otro es adoctrinamiento); siendo la forma más rápida de conseguir un buen filete matar al bicho más grande siempre que exista un resultado positivo en la ecuación réditos/inversión/riesgo. Somos cazadores gregarios que lo pasan bien en grupo persiguiendo presas. Es nuestro condicionamiento y herencia evolutiva producida por la gloriosa selección darwiniana. Nuestro cerebro dice que cazar es divertido y pastorear ovejas aburrido al igual que el trabajo monótono; sino solo hay que ver a las masas apasionadas del deporte (bueno, nuestra vaguería sustituye su práctica con el sucedáneo de seguir a un equipo al imponerse nuestra fobia al trabajo). Las sociedades que comen insectos son resultado de que ya han esquilmado todas las demás fuentes fáciles de proteínas como resultado de la destrucción del medio ambiente o la extrema dificultad de conseguir proteínas accesibles con menor inversión de trabajo. Es curioso que en este mundo en vías de colapso nos quieran convencer de comer insectos diciendo que están ricos o son sanos.
Los negacionistas aportan argumentos como que en Sudamérica se extinguió parte de la megafauna antes de la llegada del ser humano. Gran tontería, todo bicho que existió y se extinguió antes de la llegada del hombre lo hizo por otras causas, sino que pregunten a los dinosaurios. No somos los únicos responsables de la extinción de la megafauna, solo de la mayor parte que tuvo la mala fortuna de coincidir con nosotros. Las especies tienden a tener una duración en la Tierra y tienden a desaparecer tras un periodo por múltiples causas. Para la megafauna que habitó con nosotros, o habita, nosotros somos su némesis.
En fin, miramos a nuestros antepasados y vemos los culpables de la extinción de mamuts, aves elefante, dodos, tortugas gigantes, alces gigantes, megaterio y cualquier cosa que con proteínas que nos pudiésemos zampar y se encontrase a tiro. Nos miramos a nosotros o nuestros hijos y vemos los exterminadores de los restos de mega fauna que quedan. Cuando no es por filete, es por un sucedáneo más sofisticado como una fórmula mágica para tener sexo, que te crezca el pelo o simplemente por pura diversión de seres de baja estopa moral.
Somos feos por naturaleza. Solo aceptándolo podremos controlar la fealdad para crear belleza.
miércoles 9 mayo, 2018 @ 1:58 pm
También yo creo que la gran comilona, además del uso de pieles, huesos, colmillos y garras hubo de ser determinante para las extinciones, porque sabemos que se vestían y que hacían refugios portátiles con pieles. ¿De donde podían sacarlas si no de grandes animales? Pienso más difícil cazar entre 300 y 500 conejos que un perezoso gigante.
miércoles 9 mayo, 2018 @ 5:13 pm
Salvo el espejo de Dorian Gray, claro.
Como no sé si Hugin me está imitando (lo hace bien), me ha tocado la fibra el párrafo «… Está fuera de toda duda razonable» y a continuación le mete un anatema a la certeza. A ver, hay un pollo aquí con la certeza. Y esto no tiene nada que ver con este artículo. Vamos con la certeza.
La ciencia por supuesto que da certezas. Sólo faltaría. Y para nada abstractas. Un átomo de C tiene 6 electrones. Puede tener menos o más, pero ya no es un átomo neutro, es un ión. Esto es una certeza, nada fanática y poco matemática. Un ojo hipermétrope es una certeza. No hay ojos hipermétropes de Schrödinger, ahora es azul ahora es castaño, ahora lanza rayos don Mariano. Pasa que las certezas de la ciencia son lentas, son conquistas literalmente históricas, llevan siglos asentarse, y mientras tanto tenemos cabezas de puente provisionales. Gran parte del problema es afinar la pregunta, para tener una respuesta que cuando empezamos el viaje ni sospechábamos.
Así que lo siento, la ciencia da certezas. No siempre, es obvio, las más de las veces tenemos verdades provisionales. Pero hay certezas, tenemos certezas, y a diferencia de las de los fanáticos, son ciertas.
Me gusta hacer de abogado del diablo, revolver, señalar lo que creo que nadie mira (no, la mayor parte de las veces sí habían mirado, y mejor que yo). Pero creo que doy argumentos, no opiniones (mucho tienen que valer la pena a mi defectuoso juicio para que las suelte, normalmente me las guardo), doy contrajemplos siempre que puedo y pruebo lo que digo si soy capaz. Logorreico sí, pero con método.
Un poquito de logorrea.
Creo que a pocos lectores de esta web se les ha escapado que p.ej. los aborígenes australianos y los malgaches pertenecen a la misma estirpe humana, pueblos polinesios o como se los quiera taxonomizar. Originarios parecer que de la región entre el actual Taiwán y las Filipinas, emparentados de proximidad con los pueblos dravídicos del sur de la India (todo esto sujeto a revisión si aparecen otras pruebas), queda claro que son pueblos muy inquietos y con lombrices, dado que se han extendido muchísimo más que cualesquiera otros y con largueza. Desde Madagascar hasta la isla de Pascua, es una extensión más que notable.
Se diría que no se asientan bien allí donde van. Porque otra característica es que tampoco han sido desplazados por otras poblaciones, a diferencia de lo que pasa en Afro-Eurasia, donde todos están chocando con todos más pronto o más tarde. Abreviando: a Windows lo que es de Windows, a Android lo que es de Android y a Ubuntu lo que es de Ubuntu. Todo SOs, no hardware.
Como conozco casos de culturas humanas que no han provocado no ya extinciones (que en mi opinión es discutible o como poco matizable), sino siquiera impactos significativos al punto de saber poquísimo de ellos (p.ej., esos fantasmales denisovanos), el que quiera probar hechos extraordinarios debe aportar las pertinentes extraordinarias pruebas. Una cosa es tener la potencialidad, e incluso desarrollarla en muchos casos, y otra tener la fatalidad, que no es lo mismo ni parecido.
miércoles 9 mayo, 2018 @ 6:15 pm
No se enoje Neo! Los comentarios pesimistas sobre el ser humano son una realidad en la mayoría de las notas, no estoy mintiendo ni ofendiendo. El portal me gusta mucho, lo he manifestado en el pasado. Con el tiempo aprendí a ignorar esas partes, o tomarlas con un poco de gracia. El resto de la nota en todos los casos es lo importante, y están muy buenas. Saludos!!
jueves 10 mayo, 2018 @ 8:14 am
Aunque a mí no te diriges y es posible que Neo te aclare su opinión, te quisiera exponer la mía: lo leo como una opinión sobre el comportamiento de la humanidad y comparto ese punto de vista. Vamos hacia la destrucción de nuestra biosfera. Hace un momento he escuchado que en Taiwan se está estudiando cortar el suministro eléctrico a partir de una hora -no sé cual, pero pongamos las 9 de la noche- para aumentar la natalidad -pues su tasa es de las más bajas del mundo- y ahorrar energía simultáneamente. La superpoblación y el superconsumo están entre los grandes enemigos de la supervivencia, pero hay varios más. Sabemos que nuestro mundo es limitado, pero continuamos literalmente comiéndonodlo y esparciendo nuestros detritus irresponsablemente.
¡Saludos!
jueves 10 mayo, 2018 @ 2:31 pm
Las certezas científicas de que se habla no son algo que sea lo característico y propio de la Ciencia, es semántica y tienen un contenido tautológico, i.e., “objeto estable formado por un núcleo de 6 protones ligados y un número variable de neutrones que tiene el mismo número electrones en orbitales para ser eléctricamente neutro” = llamémosle…… “átomo de carbono”. O lo que es lo mismo: “Átomo de carbono” es un “Objeto estable formado por un núcleo de 6 protones ligados y un número variable de neutrones que tiene el mismo número electrones en orbitales para ser eléctricamente neutro” =”. Esas verdades absolutas en realidad no producen ningún esclarecimiento y comprensión de la realidad, que es un objetivo definitorio la Ciencia, o mejor la CIENCIA. Esa definición no nos aporta nada de conocimiento aparte de una etiqueta para referirse a algo, que por definición, es evidentemente a lo que se refiere.
El saber la palabra no aporta ningún conocimiento sobre qué es un átomo, por qué es estable o no lo es, qué es una partícula elemental de las que está formado, cuantos tipos de átomos existen, por qué existen en nuestro universo, etc. El uso de etiquetas no es Ciencia per se, aunque ayuda un montón. Podemos decir que la semántica es ciencia, me parece bien, pero las verdades tautológicas no son solo patrimonio de la ciencia, ni característico, ni definitorio, ni diferenciador, es algo que en general no aporta mucho… salvo para programación recursiva.
También se pueden buscar condiciones particulares, en las que especificando muy restrictivamente lo que es y significa cada cosa, véase el famoso caballo esférico, se tenga una certeza absoluta. Pero lo que hace interesante la ciencia…. lo que realmente hace que ame a la Ciencia, la convierte en única y no aporta ninguna otra forma de aproximación a la realidad, es su capacidad de comprender la naturaleza sobrepasando la casuística. Esa comprensión no es absoluta, aunque se aproxima de forma asintótica según progresamos, según sabemos o deseamos creer. Eso es lo que llamo conocimiento Científico; el tipo de conocimiento único e intrínseco que solo se consigue mediante la Ciencia y no es compartido por ninguna otra aproximación al mundo que conozcamos. Lo otro lo podemos llamar de muchas formas y enzarzarnos en una dialéctica estéril aunque divertida.
Por otra parte, nadie dice que todos los humanos, sociedades humanas o culturas hayan sido el causante de extinciones de megafauna. Lo que se dice es que si en una región cohabitan humanos y megafauna, si desaparece la megafauna ya sabemos cual ha sido el agente más probable de la extinción.
Evidentemente no sucede siempre y las razones pueden ser muy diversas. Existen claros ejemplos sin ir a estudios sesudos o mistificadas sociedades tribales. Solo hay que ir a la India y ver lo felices que están las vacas y el cuidado que ponen los hindúes en su supervivencia (condicionamiento religioso). Bueno, no solo los hindúes…. Los occidentales tenemos mucho cuidado en aumentar la población de megafauna caprina, porcina y bobina que se adapta a nuestros intereses, i.e., comer filetes, buen queso y jamón (condicionamiento estomacal).
Pero la premisa sigue siendo cierta: En la cohabitación de megafauna y humanos, existe una fuerte correlación causal entre desaparición de los primeros por los segundos (quitando las vacas y compañía mientras no se imponga el imperio vegano).
Por último, como no me importa contradecirme siempre que siga los pasos de B.Russell. Esta es una verdad absoluta: “La Ciencia no produce certezas absolutas”. Aunque tendríamos que ponernos primero de acuerdo que dicha afirmación pertenece al ámbito ce la Ciencia.
viernes 11 mayo, 2018 @ 8:48 am
Muy agudo tu comentario, estimado Hugin y, además con un final muy apropiado. En realidad, creo que esa afirmación no pertenece al ámbito de la ciencia, sino al de la filosofía científica.
Pero afinaría un poco más: La ciencia produce verdades, seguramente no absolutas, pero, desde luego, no completas. El simple caso de la esfericidad terrestre, o el de la elipse de la eclíptica, que sabemos varía pero no conocemos la complejidad total de esos cambios.
Saludos completos.
viernes 11 mayo, 2018 @ 9:11 am
¿Palabras? ¿De qué palabras estamos hablando? ¿Esto es una discusión zen o qué?
Un átomo no es ninguna palabra, ni el modelo atòmico ninguna palabrería. Si nos andamos con tonterías yo me bajo. Al modelo atómico, ya absorbido por el estándar, le quedará mucho por cubrir en determinados ámbitos, pero igual que los mapas geográficos cuando se iba explorando el mundo, lo que ya no es terra incognita es perfectamente cognita, y tanto que lo era que se colonizaba, exactamente igual que la ciencia, que la certeza de que el átomo de C existe, es real, y tiene las propiedades que tiene, nos permite avanzar y colonizar extensos ámbitos de la existencia real.
Tomarle el pelo al personal es muy hispanistano, sí. Científicos, pocos, a la puta calle o a la cuneta, pero trolles, legión, todos los días en todas partes. Esto es otra certeza.
Si la ciencia no da certezas, entonces ni se entiende cómo puede afirmar una contundencia tan rotunda, supongo que porque es palabrería y eso vale, y particularmente cómo entroniza una verdad particular relativa a una pauta, que no a una propiedad intrínseca (que es lo que es un átomo de C).
Nah, la imitación se ha ido por el retrete. Ursula K. Leguinismo de baratillo.
viernes 11 mayo, 2018 @ 9:20 am
Tomás, lo que podamos en lo sucesivo ir aprendiendo que no sabemos no va a cambiar lo que sabemos de un átomo de C. Podremos incorporar conocimientos actualmente ignorados, pero el concepto de átomo de C y sus propiedades no se va a modificar. Es una certeza. La mecánica newtoniana no quedó invalidada en su ámbito de validez, donde era aplicable y válida, lo sigue siendo, y eso es una certeza, y tampoco matemática. Donde ya no era válida nunca lo fue. Y lo supimos relativamente pronto.
El concepto de certeza es básico. Si se niega, entonces no hay ciencia, no hay nada. Es todo una ilusión que, vaya usted a saber por qué, funciona.
Lo que también se puede afirmar es que con milenios de palabrería, no se generó más certeza que la del decreto ley, fue entrar la ciencia en acción (siempre estuvo funcionando de un modo inconsciente y rudimentario) y no veas vaya cambio. Debe ser conceptual.
sábado 12 mayo, 2018 @ 9:45 am
Bueno, bueno, Dr. amable. Cuando he comenzado a leer tu 11, me ha hecho gracia y me parecía que te dirigías hacia un comentario agudo y simpático. Pero pronto te has puesto más serio que un muerto y diría que hasta un tanto cabreado. No te alteres, hombre, que no es para tanto. Para empezar, se han emitido opiniones; también las tuyas lo son.
Ciñámonos a tu átomo de carbono. Sabemos de él unas cuantas cosas además de que es el número 6 de la tabla periódica y los detalles que has enumerado. Pero mis afirmaciones son que lo que conocemos son modelos de la realidad o de la naturaleza, como quieras, que funcionan en gran medida en algunos casos. Si a eso quieres llamarle verdad absoluta, no tengo inconveniente, pero lo que nunca podrás llamarle es verdad completa. Hasta no hace tanto se conocía todo lo que mencionas del C, peso atómico, número atómico, configuración electrónica, muchas propiedades físico-químicas, pero no, por ejemplo, su capacidad laminar de grosor casi atómico o sin casi. ¿Podemos asegurar que ya lo conocemos todo de él? Habrás de responder que no.
Recuerda cómo funciona la ciencia: Experimenta, se aburre experimentando y por último se atreve a dar el salto mortal de generalizar, de montar una teoría, un modelo. Este modelo se comprueba desde todos los ángulos posibles y si sigue funcionando, creo que, para ti, al menos, se transforma en certeza. Seguramente también para mí. Pero eso no quiere decir que esté todo dicho. Quizá alguna propiedad pueda ser explicada de otra manera, incluso manteniendo la propiedad, o casi manteniéndola (considera, por ejemplo, cómo se ha ido transformando la teoría de la evolución desde Darwin a Margulis -para mí compatible e inclusiva-, o la mecánica newtoniana que mencionas).
Pero vayamos a la primera parte de tu enfado. Es evidente que la sola palabra carbono no aporta conocimiento, como dice Hugin. La prueba es que si yo le enseño a decir carbono a un campesino chino, a lo mejor incluso aprende a pronunciarlo, pero nada más. Otra cosa es que te mencione la palabra a ti, que sabes muchas cosas de su significado. Pero las sabes porque, a la vez que la has leído, has ido interiorizando propiedades, relacionando unas con otras, etc. En resumen, has ido almacenando en tu mente características propias de ese elemento.
Lo que afirmas en el siguiente comentario, que me diriges, sobre la certeza, puedo aceptarlo en este contexto. Y en realidad, yo defendí hace tiempo, no recuerdo el artículo, algo similar. Por tanto estamos más de acuerdo de lo que pueda parecer; es cuestión de matices.
Abrazos.
sábado 12 mayo, 2018 @ 10:23 am
No, yo no he usado en ningún momento «verdad absoluta» (o eso creo, si no es así estoy peor de lo que pensaba). Ese concepto no existe, o no al menos desde un punto de vista empírico. O si quieres, podemos hacer que exista, pero sería un oxímoron, dado que para «absolutizar» tal verdad habría que hacerla tan relativa que parece más un chiste semántico que otra cosa.
Yo he dicho siempre, consistentemente, «certeza», que no es lo mismo ni remotamente parecido. Una certeza en principio ni siquiera tiene que ser una verdad. Ya sé lo que ponen los diccionarios si uno busca el vocablo, «cualidad de cierto» y se tiene por cierto lo «verdadero». Pero mi certeza es específicamente estadística, ni siquiera matemática (entenderíamos matemática como demostrada formalmente: ni eso). Ya sé también que la estadística es una rama de la matemática, pero puedes usar la matemática sin tocar la estadística.
No me he cabreado, lamento haber dado esa impresión. Escribir es complicado porque estamos acostumbrados a leer textos acabados y pulidos, la interné ha traído como colateral una escritura rápida que no se toma tiempo para ubicarse en un campo más amplio y neutral.
Digamos que pasan dos cosas. Una, que no me gustan las trampas, salvo que se esté de coña. Otra, que la ontología me importa un pimiento. La filosofía es muy importante, pero es otra cosa.
La certeza es eso, la certeza. La certeza de que te tiras por la ventana y tomas una trayectoria parabólica. Es la seguridad (que no la verdad), absoluta, sí, de que si las condiciones que dan validez a tus conocimientos se cumplen, tienes esa certeza, y si no la tienes es por lo que tú dices: ignorancia en los casos que hacen imposible que tu conjunto de conocimientos cubran por completo el fenómeno. Eso no invalida, al contrario, refuerza mi analogía cartográfica: lo que sabes, lo sabes ya de seguro. Si usas un mapa en blanco para adentrarte eso es problema tuyo, pero el mapa no va a fallar donde está correctamente levantado.
En realidad y hablando del caso que citas del átomo de C, con los conocimientos que tenemos desde hace más de 80 años, deberíamos haber sido capaces de predecir muchas cosas, todas certezas, si no lo hemos es por limitaciones de nuestra chencha, no de modelo.
Porque todos los modelos científicos son matemáticos. Todos. Esa es otra.
La palabrería no lleva a ninguna parte. La filosofía intenta poner orden en ella otorgando significados precisos y jerarquizando conceptos, como no usa el método científico para comprobarlos, los resultados son los que son, aunque grosso modo sí usa una especie de aproximación al método muy lenta, de siglos. En realidad, su valor (impagable) principal es ser una ventana a cómo vemos el mundo en cada época y cultura. Pero certrzas, nanay, eso sí que da «verdades».
Hacer trampas es mala costumbre. Golpismo por definición es romper la barajaz y tiene gracia (no lo digo por el minidebate de este hilo) que quien hace trampas sistemáticamente acuse de golpista al que planta un órdago dentro de las reglas. Todo muy hispanistano, sobre todo lo de romper las reglas. A veces se rompen incluso cuando se va ganando.
Por eso hay gente que quiere verdades y no certezas. Porque las verdades son como el arco iris. Y las certezas, como la única frase buena de un guión lamentable de una película igualmente infumable, cuando le dice que el barco es de hierro, puede hundirse y lo va a hacer, y es una certeza. Matemática, añade, pero es para darle aura de ciencia, precisamente.
sábado 12 mayo, 2018 @ 10:33 am
Como dice el fado, «com certeza, é uma casa portuguesa». No dice «em verdade», dice «com certeza». Sí, vale no habría rima, pero eso no es problema para los juntaletras.
domingo 13 mayo, 2018 @ 10:07 am
Sí, seguramente, como tantas veces, tienes, o razón, o buen % de ella. No has dicho «verdad absoluta». Posiblemente la idea la he sacado del final del comentario 9 de Hugin: «Esta es una verdad absoluta: La ciencia no produce certezas absolutas», que da como frase de Russell.
De ahí parte tomar verdad absoluta por certeza.
Pero tienes razón otra vez. Meditando -no hace falta mucho- sobre el tema, me da la impresión de que una verdad es algo más externo a la interpretación humana. O sea menos que el famoso «adaequatio rei et intellectum» que prefiero más como «adaequatio intellectum ad rei» o sea una interpretación apropiada de la cosa por el intelecto, por si acaso mi latín no es correcto. Eso, por si no se me entiende, sería la certeza, mientras que la verdad sería más independiente de la razón, de la interpretación; la verdad, sería la realidad ajena a cualquier mente.
Sin embargo, cuando leo que «las verdades son como el arco iris» ya dudo de si te he comprendido, puesto que he afirmado que la verdad es la realidad. En fin…
lunes 14 mayo, 2018 @ 9:52 am
La verdad es platónica, la certeza como intuyó Hugin, es matemática. Estadística para ser más precisos. Tener la certidumbre de algo es tener una cierta seguridad, muy limitada pero la mejor seguridad que nunca tendremos, estar en posesión de la verdad… Qué mal suena, ¿verdad?
El arco iris es un efecto óptico, y su percepción por la mente (y los sentidos) humana depende de las leyes de la física de tal forma, que no sólo es función de la posición del perceptor (el que percibe), sino del estado de éste. La verdad viene siendo eso. Por eso al pobre Platón le parecía muy fuerte, y creo que debería pasar a la historia como el primer formalista de las variables ocultas. Las suyas eran tan buenas que las cocinaba como le daba la gana.
martes 15 mayo, 2018 @ 9:03 am
Pues ya no estamos de acuerdo. Pero es cuestión de interpretación. Prefiero interpretar la verdad como la realidad, aunque nos pueda resultar, a veces, inaccesible y la certeza como la interpretación mental de lo que nos parezca la realidad.
martes 15 mayo, 2018 @ 4:28 pm
Bueno, pero ponlo funcional. Es lo que le pasó a Platón y sus herederos gnósticos que otra cosa no sé, pero consecuentes y coherentes hasta el trompazo en la pared. La verdad, lejana e inaprensible como el arco iris, la certeza, próxima y tangible. Las dos forman el paisaje, pero la primera es como el paño de fondo del escenario, lo cambias y da igual, pero los objetos de escena ya es otro cantar.
miércoles 16 mayo, 2018 @ 7:36 am
Tal como lo predicas, parece coincides conmigo. Lo único discutible es si podemos cambiar el fondo del escenario; es decir,
si podemos cambiar la realidad. Pienso que no. Suelo hablar con mi nieta de temas que rozan la filosofía, y una vez le puse el ejemplo del árbol: existe un árbol real en medio de la plaza, pero cada persona lo ve diferente dependiendo desde qué orientación lo mire; incluso si tiene un mayor o menor grado de daltonismo e incluso de agudeza visual. Un ejemplo menos radical y sabio que el -creo chino- de los ciegos que intentan saber cómo es un elefante y al que toca la trompa le parece como una serpiente, etc.
Brazos.
miércoles 16 mayo, 2018 @ 9:43 am
No, obviamente no podemos modificar la realidad. Lo que podemos y hacemos es cambiar la interpretación de ella, dentro de unos márgenes. La interpretación de la misma no es un fenómeno sencillo, puesto que pienso que debe hacer jerarquizaciones importantes, en ellas la «verdad» descansa en unas capas de importancia distintas de la «certeza», porque la segunda es definitiva para la supervivencia del día a día, mientras que cualquier problema de, digamos, buffer overflow que pueda dar el procesamiento de la primera puede salvaguardarse con una reinterpretación de datos (p.ej. inventando dioses). El problema es que claro, interaccionan a ciertos niveles. De ahí que si algo debe ser cambiado, es lo primero y no lo segundo a efectos de estrategia evolutivamente estable… A corto plazo. A largo plazo habrá que esperar para saber el resultado.
Me temo que no vamos a estar aquí para verlo.
miércoles 16 mayo, 2018 @ 10:47 pm
Amigo Tomás, la parábola del elefante que conozco viene del budismo, pero no recuerdo algunos detalles. Creo que la contaba el propio Buda: a cuatro sabios, les ponen una venda en los ojos y les dan a tocar un elefante. Uno toca la trompa y dice que es una cuerda, otro toca una pata y dice que es una columna, el tercero toca la barriga y dice que es una casa…la conclusión es que nunca podremos tener un conocimiento completo del elefante.
Abrazos, muchos.
jueves 17 mayo, 2018 @ 7:41 am
Así, así, querido Miguel Ángel -que ya te echaba de menos-. El de la cuerda, lo que cogía era el rabo, porque si el sabio confundía la trompa, es que solo había visto maromas de transatlánticos y en aquella época no había.
Abrazos y recuerdos a la familia.
jueves 17 mayo, 2018 @ 7:43 am
Perdón: recuerdas, quería decir.
jueves 17 mayo, 2018 @ 7:44 am
Pero, Dr., la MC nos dice que, al observar, modificamos la realidad…
jueves 17 mayo, 2018 @ 5:45 pm
No sólo la MC. Si tomas la temperatura al océano, obviamente lo haces con un dispositivo que acaba entrando en equilibrio termodinámico con él (que acaba a igual temperatura), con el océano, claro, no importa mucho, con un mm3 de agua pues ya va importando y eso. Pasaba que con la visión (pre)determinista clásica daba igual porque en el caso ideal (platónico), se podría calcular el flujo termodinámico en ambos sentidos y «reconstruir» la temperatura original antes de ser medida, sí, en la práctica es complicadillo pero por cosillas prácticas, no teóricas. Con las rebajas de Meccano Quantic, va y resulta que no, que es todo más lioso, y nos sale el principio de incertidumbre (que sigue, pese a todo, dando «certezas», sólo que no nos gustan porque como niños ignorantillos lo queríamos todo y lo queríamos ya), y todos esos otros flecos sin importancia que sin duda conoces tan bien (o mejor) que yo.
Así que sí, así es, pero es que nosotros somos parte de la realidad, no somos los reyes de la creación, e incluso modificamos la realidad ¡sin medirla!
Y luego está la escuela de København, o Hafnia en latín, que habiendo llegado a la coronilla de soportar a la banda luterano-yiddish-calvinista y sus grimas pararreligiosas, decidieron sacar una peli estupenda de universos paralelos (tal cual) y gatos que habrían hecho al trío Martincito, Juanito y el Golem, saltar por la ventana gritando «anatema, anatema». No sé, yo diré opiniones, pero otras cosas a mí me parecen columpios.
viernes 18 mayo, 2018 @ 2:08 am
Ja, ja, ja!! Con la banda luterano-yiddish-calvinista intuyo que, aunque no pueda conocer con precisión tu temperatura corporal, puede estar próxima al punto de ebullición.
viernes 18 mayo, 2018 @ 8:12 am
¡Otra vez tienes razón, Dr.! Que solo por atreverme a ser, desde mi comienzo, ya he cambiado la realidad. ¡Cachis!
viernes 18 mayo, 2018 @ 9:52 am
Bueno, pongámonos en el pellejo de Giordano Bruno. O de Servet. Jenner tuvo que aguantar lo suyo, pero ya era otra época y un muy otro país (que el suyo pues 200 años atrás, por comparar). A Darwin le dieron hasta en la partida de nacimiento. Como a Gould, claro que ya no es comparable, no es lo mismo un debate, aunque sea tóxico y ofensivo, que que el partido te mande al paredón (hablo de Bruno, p.ej.). La situación se ve en su magnitud en el caso Galileo, donde muy poca gente conoce la historia real. El propio Papa estaba de acuerdo en la teoría heliocéntrica, y eran todos perfectamente conscientes de sus implicaciones científicas que no ya culturales (que las estrellas tenían que ser enormes y estar lejísimos). Como lo que se montó es la habitual lucha marxista (los hermanos _) de clases (de poder), pues devino en el patético asunto que bien poca gracia tuvo. Por cierto, la Iglesia rectificó oficialmente más de 200 años después.
El problema lo tenemos con la, con *nuestra* cultura. Ya es difícil descubrir las leyes, aún más difícil es asumirlas. Ninguna otra especie presenta este fenómeno, que sepamos. Es esperanzador, con todo lo lentísimo que es.
Y sí, lo de «Dios no juega a los dados» está más cerca del Santo Oficio (con la crítica salvedad de que no estaba defendiendo ningún pesebre, y menos del tamaño del del Vaticano, lo cual le da un valor singular por lo desnudo del fenómeno) que de la física. Más cerca, no, es que no es física, es directamente superstición. Otra gran verdad el teorema de los escribanos y los borrones.
sábado 19 mayo, 2018 @ 8:06 am
Me pierdes, Dr. Es tu mente tan fecunda y tu facundia tan extensa que empiezas por la A y terminas en la Z… porque no hay más. Ya ni sé de qué estábamos hablando. ¡Ah, sí! De la mariposa gigante que se caza con mohos mucilaginosos. Parece que me he perdido…
Brazos.
domingo 20 mayo, 2018 @ 4:28 pm
Y Tomás, la ciencia es lo mismo. Empiezan investigando tinturas y aparecen los antibióticos. Otro señor persigue sus sólidos perfectos y le salen las cónicas de la curvatura einsteniana. Otros tipos revuelven sobre la catástrofe UV y les sale el principio de incertidumbre y la dualidad OC. Otros se dedican a reventar calderas de vapor y una generación (eh… tres) después les sale un franchute de despacho con la entropía. El escocés que inventó la carretera moderna, en las antípodas de la durabilidad de la vía romana, ni soñó que iba a poner las bases para el desembarco del caucho vulcanizado. Y todo así, empezamos por querer ir a por seda, contamos unas mentiras sobre el diámetro terrestre a ver si aparecen las Ante-Ilhas para saltarnos el tratado de Alcobaça y nos damos de bruces con las minas de Potosí que afianzan la acumulación de capital en las bocas del Rhin. ¿Quién se atreve a predecir qué? Por eso una certeza es siempre más aprensible que una verdad.
Es imposible perderse. Todo está conectado.
lunes 21 mayo, 2018 @ 1:34 pm
Eso es cierto. Todo está conectado. Amen.