Pahvantia hastasta
Reconstruyen la anatomía y el estilo de vida de un organismo cámbrico.
Puede que todavía alguien sueñe con un viaje a las estrellas para ver seres que ni quiera podemos imaginar. Pero ese viaje nos estará vetado por siempre. No hay recambio para la Tierra y la única respuesta siempre ha estado aquí.
Si queremos sorprendernos con seres extraños que realmente existieron, nada mejor que los que nos muestran los paleontólogos. A veces, el aspecto de la Tierra del pasado y de los seres que la moraron parecen los que se esperaría de algún lejano exoplaneta.
Ahora Stephen Pates (Oxford University) y Rudy Lerosey-Aubril (New England University, Australia) publican un artículo en el que muestran su trabajo sobre un análisis minucioso que han realizado sobre restos fósiles cámbricos de Pahvantia hastasta recolectados a lo largo de 25 años en las montañas de Utah. Estos investigadores emplearon muchas horas rascando con una aguja los especímenes sumergidos en agua y descubrieron nuevos detalles anatómicos. El estudio muestra la gran complejidad reinante en los ecosistemas de hace más de 500 millones de años.
Entre otras cosas, han descubierto que algunos especímenes muestran unos delicados pelillos denominados quetas, setas o cerdas. Pahvantia hastasta usaba estas quetas en los apéndices frontales para filtrar comida. Esta característica ha permitido clasificar a este artrópodo dentro de los radiodontos, un grupo animal extinto primo lejano de los modernos cangrejos, insectos y arañas.
Proponen que Pahvantia hastasta se alimentaba cerca de la superficie filtrando el agua marina para así atrapar a organismos microscópicos. Usaba una especie de red recubierta por quetas para capturar plancton y otro animalillos nadadores de similar tamaño que habitaran los mares cámbricos. Según los investigadores implicados, esto quiere decir que los animales de tipo pelágicos que nadaban libremente, como Pahvantia hastasta, ayudaron a dar un empujón a la diversificación de la vida en el mar hace más de 500 millones de años.
Como todos sabemos, entre hace 500 y 540 millones de años se dio una gran radiación de vida animal que se ha venido denominado «explosión cámbrica». Todavía no se sabe cómo se produjo tal diversificación y sobre la Tierra no ha vuelto a ocurrir algo comparable. Aunque quizás fue debida a una combinación de factores ambientales y ecológicos, tuvo que jugar un papel crucial el establecimiento de un sistema de transferencia de energía desde los productores primarios, que estaban en la superficie del mar, a los diversos seres bentónicos que poblaban el fondo.
Los productores primarios, como las algas unicelulares, son tan pequeños que cuando mueren son reciclados localmente, de tal modo que sus cuerpos no alcanzan una profundidad apreciable. Por el contrario, los grandes animales como Pahvantia, que se alimentaba de ellos, producían materia fecal que se hundía rápidamente hasta alcanzar el lecho marino. Allí esa materia orgánica era consumida por otros animales. Obviamente esto le pasaba también a su cuerpo al morir. Además, cuando era depredado también se transfería parte de esa energía.
Aunque Pahvantia era pequeño comparado para ser un radiodonto, tenía un tamaño menor de 25 cm, que es de 10 a 1000 veces mayor que cualquier otro consumidor primario mesoplactónico y pudo hacer la transferencia de energía de la superficie al mar profundo muy eficientemente.
El estudio muestra que los animales filtradores aparecieron por evolución al menos dos veces, o quizás tres, dentro del grupo de los radiodontos. Señala, además, que el grupo era vital en la estructura de los ecosistemas cámbricos al realizar esa transferencia de energía.
La presencia de Pahvantia en las montañas de Utah se ha conocido durante décadas gracias a los esfuerzos del coleccionista amateur Bob Harris y de la familia Gunther. Gracias a ellos y a su generosidad, la ciencia ha podido disponer de miles de ejemplares de cientos de especies.
Se rumorea que Harris rechazó una empleo en la CIA. En su lugar abrió una tienda de fósiles y explotó un gran número de yacimientos de fósiles en House Range. Descubrió los primeros fósiles de Pahvantia en los setenta y los donó a Richard Robison, experto en vida Cámbrica de la Universidad de Kansas.
La familia Gunter es famosa por poseer una extensa colección de fósiles procedentes de Utah y Nevada. Una docena de especies han sido bautizadas en su honor en el pasado por sus contribuciones, pues compartieron miles de especímenes con museos y centros académicos a lo largo de muchos años. Entre ellos había ejemplares de Pahvantia recolectados entre 1987 y 1997 que fueron donados al Museo Paleontológico de invertebrados de la Universidad de Kansas. Stephen Pates se quedó maravillado al visitar hace poco este museo y tuvo la idea de estudiar estos animales en detalle.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com
Fuentes y referencias:
Artículo original.
Imagen: Masato Hattori.
6 Comentarios
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lunes 17 septiembre, 2018 @ 10:18 am
Como no me hacía idea del tamaño, he mirado por ahí y parece ser menor de 25 cm, pero claro, aquí eso es poco preciso.
lunes 17 septiembre, 2018 @ 12:32 pm
Estimado Tomás:
Gracias por señalar la falta de ese dato. Ya ha sido añadido.
viernes 21 septiembre, 2018 @ 12:08 am
Guarda escaso parecido a cualquier cosa conocida, pero como el cerebro se empeña en buscar patrones (la razón por la que casi todos vemos la «cara de Marte»), me ha venido de repente un alisador de pelo desplegado.
viernes 21 septiembre, 2018 @ 9:23 am
No, que no, que imaginación no te falta.
viernes 21 septiembre, 2018 @ 6:45 pm
Se parece al bicho de Alien, el facehugger. Muy remotamente. La vida ciscándose en el arte (enfermo, en mi opinión, y esto por supuesto es muy subjetivo y ni siquiera pretende ser peyorativo, p.ej. la estatua de Santiago el Mayor de San Juan de Letrán es igualmente de un propósito enfermizo, y no sólo por la escala) una vez más. Por mi parte no es lo suficientemente exótico y seguiré en la cofradía de Opabinia. De todos modos no perdamos de vista que los productos de la Evolución están totalmente optimizados, nos cuesta aún mucho reconstruir toda la información que la mera forma del bicho encapsula sobre el mundo al que pertenecía.
sábado 22 septiembre, 2018 @ 10:06 am
Alien, lo que se dice alien, pudo serlo en el tiempo, aunque ahora tenemos bichos tan feos o más que él, especialmente entre los diminutos ácaros. Es solo una opinión poco versada en belleza.