Los ciclos de los supercontinentes
Proponen que los supercontinentes y superocéanos siguen un ciclo doble a lo largo del tiempo.
Casi todo el mundo conoce la existencia de Pangea, ese supercontinente que se formó hace 300 millones de años. Su fragmentación posterior formó Laurasia y Gondwana y finalmente los continentes que conocemos. Se cree que los continentes actuales se volverán a juntar en algún momento y se formará un nuevo supercontinente. Lo que no está claro es cómo.
Poca gente sabe que los geólogos han propuesto otros supercontinentes que habrían existido en el pasado antes que Pangea. Se ha propuesto a Rodinia, que existió entre hace 900 Ma y 750 Ma, y a Nuna o Columbia (1800 Ma a 1300 Ma). Entre los geólogos hay cierto consenso sobre la existencia de estos tres casos, aunque no se pongan de acuerdo con los nombres. También se ha propuesto la existencia de Pannontia, que existiría desde hace unos 600 millones de años hasta hace unos 540 millones de años.
Pero también se han propuesto otros supercontinentes anteriores a todos ellos con nombres igualmente sugerentes, como Kernoland, Ur y Vaalbara. En estos casos hay polémica porque algunos investigadores creen que la corteza terrestre no estaba lo suficientemente madura como para generar esas estructuras.
Se ha debatido la supuesta periodicidad en la formación de estos supercontinentes y, por consiguiente, de los correspondientes superocéanos. Estos supercontinentes se formarían y se fragmentarían en ciclos que comprenderían 600 de millones de años y que afectarían a los superocéanos.
Ahora, un nuevo estudio puede arrojar luz sobre este asunto al proponer que esta formación y destrucción de supercontinentes se daría a través de dos procesos alternativos de «extroversión» e «introversión». Procesos que, respectivamente, podrían llegar a reestructurar o no, el manto terrestre.
«En los pasados 30 años, los investigadores han descubierto que los continentes tipo Pangea existieron al menos dos veces antes que Pangea y que esto se daría, más o menos, cada 600 millones de años en lo que es conocido como ciclo de supercontinentes», dice Zheng-Xiang Li (Curtin University), líder del estudio.
«Más recientemente, los investigadores que han estudiado los registros geoquímicos de la Tierra y la formación de depósitos de minerales identificaron variaciones a largo plazo en estos ciclos, pero no se sabía por qué», añade Li.
Básicamente la idea sería que habría dos ciclos superpuestos, uno en el que se fragmenta el supercontinente y se destruye el superocéano creándose otro distinto y otro en el que se fragmenta el supercontinente, se separan los continentes, retroceden y no se destruye el superocéano porque los continentes se vuelven a juntar por el mismo «lado». Digamos que no hay fuerza suficiente que permita una separación completa y que dé una unión al otro lado de la Tierra.
Así, por ejemplo, Rodinia se habría también formado por introversión cuando Nuna se fragmentó y el océano interior empezó a crecer hasta llegar a un punto en el que los continentes formados invirtieron su camino y volvieron a juntarse.
Una vez formado Rodinia, habría un superocéano, al que se llama Mirovia, que ocuparía todo el resto de superficie de la Tierra. Rodia se fragmentó y los continentes se fueron separando reduciendo el tamaño de Mirovia hasta que se juntaron al otro lado en Pangea. Mirovia desaparecería en el proceso y, a la vez, el océano interior fue creciendo y en el proceso habría nacido el superocéano Panthalassa. En este caso Pangea se habría formado por extroversión.
Pero al fragmentarse Pangea, y formarse los actuales continentes, no ocurrirá lo mismo, sino que el Atlántico, en lugar de seguir creciendo se reducirá al retroceder los continentes y estos se volverán a juntar por el mismo lado en lugar de hacer desaparecer el Pacífico. Obviamente, no lo veremos nunca porque habrá que esperar millones de años.
Según los resultados de este grupo de investigadores, estos dos procesos alternados determinan no sólo si sobrevive el superocéano, sino que si sobrevive el anillo de fuego que circunda ese superocéano y que sería similar al actual que rodea al Pacífico.
Si el anillo de fuego sobrevive a lo largo del superoceáno, entonces el manto de la Tierra mantiene su estructura en un patrón similar al del supercontinente previo. Si no es así, el manto se reorganiza completamente. Los investigadores tienen un modelo de lo que ocurre en el manto que predice las consecuencias sobre la corteza terrestre y esta doble periodicidad.
Estos modos alternados de ensamblaje de supercontinentes, así como la permanencia o regeneración del superocéano y su anillo de fuego, da lugar a la presencia de un ciclo terrestre el doble de largo que los 600 millones de años del ciclo de supercontinentes propuesto anteriormente. Este proceso a largo plazo contribuyó a la formación de algunos de los recursos minerales de la Tierra que disfrutamos en la actualidad.
Los investigadores aportan pruebas a favor de su hipótesis. Han conseguido encontrar observables geológicos en este sentido. Así, por ejemplo, logran contar las provincias ígneas grandes, que son zonas en las que salió mucha lava en el pasado. Cuando se forma el supercontinente no hay muchas de estas provincias y cuando el supercontinente se fragmenta empiezan a aparecer esos flujos de lava que darán lugar a las provincias ígneas. Es decir, estas provincias están relacionadas con el final de los supercontinentes
También miden cuándo hay grandes deposiciones de plomo y zinc, que se forman cuando las placas chocan. Esta deposiciones coinciden con los comienzos de los supercontinentes.
Por otra parte, analizan rocas sedimentarias y logran distinguir cuándo los sedimentos provienen de los continentes o del mar gracias al análisis isotópico. Esto se debe a que la corteza continental está enriquecida en ciertos isótopos. Justo antes de que se formaran Pangea y Nuna hay mucho aporte de sedimentos continentales, cosa lógica al haber muchas masas continentales que están vertiendo sedimentos al mar. Pero esto no se cumple justo antes de que se formara Rodinia, pues ese aporte es menor.
Rodinia se habría formado por introversión al romperse «débilmente» Nuna, pues los continentes que lo formaron procedentes de la fragmentación de Nuna no se separan del todo, por lo que el aporte de sedimentos continentales sería inferior en este caso. Digamos que los continentes forman un «casi» supercontinente todavía y no hay mucho aporte de sedimentos.
También tienen otras pruebas como los márgenes pasivos, que son estructuras que se forman cuando un supercontinente se rompe. En la rotura Nuna Y Pangea ven márgenes pasivos, pero durante la rotura de Rodinia ven muchos más, básicamente el doble. Esto se debe a que esta rotura es de las «fuertes» y las otras dos no.
Obviamente es un resultado preliminar que tiene que ser confirmado. Pero si se confirma será muy interesante, pues nos diría cómo es la historia geológica de la Tierra de los últimos 2000 millones de años.
Copyleft: atribuir con enlace a htpps://neofronteras.com
Fuentes y referencias:
Artículo original.
Foto: Curtin University.
2 Comentarios
RSS feed for comments on this post.
Lo sentimos, esta noticia está ya cerrada a comentarios.
miércoles 3 abril, 2019 @ 9:03 am
Creo que las fuerzas fundamentales son las que ejercen los flujos del magma, el efecto Coriolis y la fuerza centrífuga. Pero no veo cómo se ha llegado a la actual situación, con un ecuador bastante vacío de tierras y dos repartos extraños: el gran Norte Siberia-Canadá por una parte y la Antártida por otra. Quizá lo más dominante sea la influencia horizontal del magma y el resto no tenga importancia. Pero ¿qué hará que el magma modifique sus componentes horizontales?, ¿quizá las otras fuerzas que menciono?
miércoles 3 abril, 2019 @ 5:32 pm
Pienso que se me ha pasado otra fuerza que puede ser importante: la de las mareas producidas por el Sol y la Luna.