NeoFronteras

Hacia un planeta artificial

Área: Medio ambiente — miércoles, 24 de febrero de 2021

La producción del ser humano supera ya en masa la que genera la Naturaleza y nos acerca hacia un mundo distópico de consecuencias negativas.

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Esta noticia, al igual que muchas otras relacionadas con el medio ambiente, pasará desapercibida a los medios de comunicación porque si no fuese así y pensáramos sobre ello mínimamente habría que tomar medidas lo antes posible y no queremos.

Hace unas semanas, investigadores del Instituto Weizmann de Israel publicaban en Nature un inquietante artículo en Nature titulado: «La masa global producida por el hombre excede toda la biomasa».

Según este estudio, el planeta Tierra se encuentra ahora mismo en un punto de inflexión que calculan está centrado en 2020 con un error de más o menos 6 años. En este punto, la masa antropogénica generada, que ha estado doblándose cada 20 años, sobrepasa a toda la biomasa global.

La realidad es que esto no debería de ser una sorpresa. Basta con mirar alrededor para darse cuenta de que nos rodean los productos generados por los humanos destinados a satisfacer nuestras necesidad y caprichos. Hay, por ejemplo, 1000 millones de automóviles sobre la Tierra o varios miles de millones de teléfonos móviles, ordenadores y tabletas. Hay también edificios o carreteras por todas partes. Eso sin mencionar la ropa que visten los 7000 millones de humanos o el consumo global sin precedentes de combustibles fósiles, de más de 150 000 TWh por año. Los plásticos de todo tipo y tamaño ya invaden cualquier rincón del planeta.

Al otro lado están, por ejemplo, los 3 billones de árboles que no tienen posesión alguna y cuyo número disminuye a pasos agigantados sobre todo en los trópicos. Un caso triste es el de la selva amazónica brasileña, que ya menguaba a pasos crecientes antes del COVID y que ahora, gracias a la distracción de la pandemia, lo hace aún más rápido.

La cuestión es que, hasta ahora, nadie se había molestado en cuantificar este hecho. Este artículo hace saltar las alarmas sobre lo que estamos haciendo y resalta el Antropoceno, la nueva era geológica inducida por el ser humano. Una vez desaparezcamos de este mundo, unos hipotéticos extraterrestres futuros podrán deducir esta era geológica en los estratos, como se ha puesto de manifiestos en los últimos años.

El artículo es también simbólico porque consigue evaluar la presencia del ser humano sobre este planeta a través de sus huellas ecológicas, como la producción de bienes y desperdicios, que es lo mismo que pesarse a sí mismo. Nos obliga a afrontar una precisa e inevitable visión futura sobre la cual no es posible una negociación.

La comparación entre estas dos masas nos advierte del creciente dominio del ser humano en el planeta. Obviamente, analizar la importancia de la masa en esta comparación entre «masa artificial» y «viviente» quizás no sea tan simple. La masa no lo es todo. Así, por ejemplo, la masa total de todos los virus SARS-CoV-2 en todos los cuerpos humanos del planeta sigue siendo una cantidad insignificante. Los virus no se caracterizan ni por su masa ni por su energía, al ser ambos ridículos, pero tienen consecuencias importantes, como podemos apreciar ahora mismo.

Sin embargo, este estudio nos pone en un punto de inflexión, en un nuevo paradigma. Hace décadas, teníamos la cómoda visión de un planeta Tierra cuyos infinitos recursos y espacio le permitirían recibir y diluir todo tipo de contaminación sin producir daño alguno. El apogeo de esta concepción probablemente fue las explosiones atmosféricas de armas nucleares a mediados del siglo pasado, algo que también ha dejado huellas en forma de isótopos radiactivos en los estratos geológicos.

La evolución descrita por este estudio se suma a la lista de los problemas ambientales provocados por el ser humano y revela que hemos entrado en otro mundo, en el del Antropoceno. Como señalan los investigadores británicos Jan Zalasiewicz y Mark Williams en su artículo publicado el pasado mes de diciembre en The Conversation, «el escenario de ciencia ficción de un planeta artificial ya está aquí».

Esta visión de un planeta devorado por humanos, es común en la literatura y el cine de ciencia ficción. Así, por ejemplo, aparece en el Trantor, de la trilogía de la Fundación de Isaac Asimov, en la Estrella de la Muerte, de Star Wars o en el Alpha de Valerian y la Ciudad de Miles de Planetas de Luc Besson.

El mundo de nuestras construcciones y productos no genera vida. Está fuera de la biosfera. Las plantas, por otro lado, producen vida a partir de materia inerte y están en el origen de las cadenas alimenticias de las que dependemos. Hasta el día de hoy, todavía comemos especies vivas. Para mantenernos vivos y tener descendencia, cultivamos y criamos ganado que pertenecen a esa biosfera.

En el contexto de la agricultura y la cría intensiva, hemos logrado controlar la vida a gran escala en situaciones sobresimplificadas basándonos en la química y la tecnología. Al mismo tiempo, sabemos que los polinizadores son destruidos por nuestra propia actividad.

Sin embargo, algunas personas todavía sueñan con un futuro en el que la humanidad controle y manipule la vida en la Tierra a gran escala y en detalle. Esto completaría la transformación en curso de especies vivas en recursos humanos. Pero a pesar de nuestros esfuerzos en esta dirección, no hemos logrado emanciparnos de los seres vivos ni lo conseguiremos nunca. El COVID es una prueba de ello. Siempre perteneceremos a la biosfera, que seguirá invitándose a nuestro mundo artificial sin nuestro permiso. O seremos nosotros los que los invitemos a esos microorganismos al invadir nosotros ecosistemas y comernos murciélagos o civetas.

Las bacterias y los virus que causan las pandemias evolucionan rápidamente a nivel molecular y ahora escudriñamos impotentes sus mutaciones, sea la cepa británica o la sudafricana, incapaces de controlar la inmensa complejidad de los seres vivos.

El regreso a la realidad forzados por los seres vivos más diminutos ha sido quizás una lección para todos nosotros, sobre todo para unos políticos sin formación ni asesoramiento científico. Hemos comprobado que los juegos de poder del mundo de los humanos han sido inútiles e insignificantes porque este juego se jugaba y juega en la biosfera. También hemos aprendido que el método científico no es tan rápido como nos gustaría. Las vacunas han tardado y su aplicación completa tarda aún más. Recordemos todo esto cuando alguien plantee llevar a los humanos a otro planeta. Además de no existir un planeta apropiado para nosotros y estar tan lejos que ni a grandes velocidades llegaríamos vivos, no podemos esperar una plaza para cada habitante de este mundo en esa escapada.

Este estudio, así como los estudios sobre el clima y la evolución de la biosfera, muestran claramente que esta huída hacia adelante que hemos emprendido pasará rápidamente desde el punto de vista de la escala geológica, aunque lleve unas pocas generaciones humanas. No habrá grandes sorpresas, al menos no desde el lado de las buenas noticias.

Lo que sí esta claro es que la investigación científica se intensificará aún más bajo la creciente presión de las consecuencias que ya estamos padeciendo: olas de calor, tormentas tropicales cada vez más intensas y frecuentes, pandemias, grandes incendios, escasez de agua, empobrecimiento dramático de la biodiversidad…

Como siempre hemos dicho por aquí, una de las tragedias del ser humano es que no comprende el crecimiento exponencial. La pandemia de COVID-19 nos ha enfrentado a la brutalidad del mismo. El de la masa de origen antropogénico es otro. Los materiales producidos por el ser humano comenzaron a crecer exponencialmente después de la Segunda Guerra Mundial. Automóviles, aviones, electrodomésticos y dispositivos digitales invadieron el mundo a una velocidad increíble. Esta progresión continúa a un ritmo claramente insostenible para las generaciones futuras dentro de una población humana que también crece a ritmo exponencial. En algún momento tendremos que tomar decisiones.

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Fuentes y referencias:
Artículo original.
The conversation.
Foto: Wikimedia Commons.

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4 Comentarios

  1. tomás:

    Con gran pesimismo estoy de acuerdo con el planteamiento del artículo. Porque no veo que tomemos las medidas más importantes: la disminución de la población sobre todo, la disminución del consumo, la corrección de las grandes miserias y hambrunas, como la que sufren ahora los yemeníes y otros ya llevan soportando muchos años.
    Esas distopías hace tiempo imaginadas, parece van haciéndose realidad.
    Todo lo que nos preocupa ahora en España, por poner un ejemplo, es recuperar el turismo. ¿Cómo conseguir una visión menos cortoplacista?
    Yo no veo solución alguna. La predicción de Neo de una pandemia es un hecho, pero las vacunas se han conseguido en tiempo récord. Veremos su eficacia, la duración de la inmunidad conseguida, etc.
    En realidad queremos volver a la situación anterior y deberíamos saber que tal cosa no será posible.
    Pues eso.

  2. Miguel Ángel:

    …Y desconozco qué incauto a sentenciado que la derrota de Donald Trump podría convertirse en el fin del populismo, pero yo apuesto a lo contrario: irá creciendo en las próximas décadas.

    Un poco de azúcar, querido Tomás, muy saludable:

    https://www.youtube.com/watch?v=L3cvIP01Hbk

    Abrazos.

  3. tomás:

    Trump empleará el populismo para sus fines políticos y, dado que el gobernar desgasta, si en su partido no vetan su candidatura -o algo así, que no soy conocedor del politiqueo USAdo- existe el peligro de que pudiese vencer: malo para USA y malo para el mundo que eso sucediese.
    El vídeo al que me envías es terrible. Solo consuela que existen buenas gentes dispuestas a ayudar.
    Un fuerte abrazo, querido amigo.

  4. tomás:

    A más abundar en el tema del artículo, hoy he escuchado por la radio que ya se ha detectado en varios países que los niños nacen con nanopartículas de plástico en la sangre. Malo para los vampiros.
    Tristes abrazos envueltos en plástico, como debe ser para no contaminarnos con los virus.

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