NeoFronteras

Radiocesio en la miel

Área: Medio ambiente — lunes, 26 de abril de 2021

Los ensayos nucleares todavía tienen su huella en la miel que recolectan las abejas y los humanos consumen.

Foto

En los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, los EEUU efectuaron numerosos ensayos nucleares atmosféricos en los desiertos del oeste americano. Esos ensayos expulsaron cantidades apreciables de radionucleótidos. En el pasado se culpó a esta contaminación radioactiva de la muerte por cáncer de varios actores que en esa época realizaban rodajes de westerns en la zona.

Según un nuevo estudio, aunque los niveles de radiactividad ya no son peligrosos, pueden haber sido mucho más altos en las décadas de los setenta y ochenta. El estudio muestra que las consecuencias todavía están aquí y no se dan solamente en el lugar de los test nucleares, sino en sitios muy alejados a los que llego la lluvia radioactiva.

Entre otros isótopos, las bombas expulsaron radiocesio a la atmósfera superior. Los vientos lo dispersaron por todo el mundo antes de que cayera del cielo en partículas microscópicas. Sin embargo, la propagación no fue uniforme. Por ejemplo, muchas más de estas precipitaciones radiactivas cayeron sobre la costa este de EEUU debido a los patrones regionales de viento y lluvia.

El radiocesio es soluble en agua y las plantas pueden confundirlo con potasio, un nutriente vital que comparte propiedades químicas similares (ambos elementos están en la primera columna de la tabla periódica). Para ver si las plantas continúan absorbiendo este contaminante nuclear, James Kaste (College of William & Mary en Williamsburg) asignó a sus estudiantes una tarea: traer alimentos locales de sus destinos de vacaciones de primavera para hacer pruebas de cesio-137, que es un isótopo radiactivo.

Un estudiante regresó con miel de Raleigh, Carolina del Norte. Para sorpresa de Kaste, la miel contenía niveles de cesio radiactivo 100 veces más altos que el resto de los alimentos recolectados. Se preguntó si las abejas del este de Estados Unidos que recolectan néctar de plantas y lo convierten en miel concentran el radiocesio de las pruebas de bombas.

Entonces, Kaste y sus colaboradores recolectaron 122 muestras de miel producida localmente de todo el este de los Estados Unidos y las analizaron para detectar radiocesio. Lo hallaron en 68 de las muestras con niveles superiores a 0,03 bequerelios por kilogramo. Eso equivalía a unos 870 000 átomos de radiocesio por cucharada. Los niveles más altos de radiactividad ocurrieron en una muestra de Florida: 19,1 bequerelios por kilogramo.

Los hallazgos revelan que a miles de kilómetros de los sitios de ensayo y más de 50 años después de que explotaran las bombas, la lluvia radiactiva todavía circula a través de plantas y animales.

Aún así, esos números no son, al parecer, motivo de preocupación según las autoridades sanitarias norteamericanas. Los niveles de radiocesio encontrados en este estudio están muy por debajo de los 1200 bequerelios por kilogramo, que es el límite para cualquier problema de seguridad alimentaria.

«No estoy preocupado en absoluto. Como más miel ahora que antes de comenzar el proyecto. Y tengo hijos, les doy de comer miel», añade Kaste.

El radiocesio se descompone con el tiempo, por lo que la miel en el pasado probablemente contenía más de este isótopo que ahora. Para averiguar cuánto más, el equipo de Kaste examinó minuciosamente los registros de las pruebas de cesio en la leche de EEUU sobre la que el gobierno realizó un seguimiento y analizó muestras de plantas recolectadas en años pasados.

En ambos conjuntos de datos, los investigadores encontraron que los niveles de radiocesio habían disminuido drásticamente desde la década de 1960, una tendencia similar que probablemente ocurrió en la miel. Pero, según calcula Kaste, los niveles de cesio en la miel fueron posiblemente 10 veces más altos en la década de 1970. Debido a la desintegración radiactiva, lo que estamos midiendo hoy es solo una pizca de lo que había antes.

Los hallazgos plantean preguntas sobre cómo el cesio ha impactado a las abejas durante el último medio siglo, dice Justin Richardson (Universidad de Massachusetts). Según él, ahora están siendo eliminadas por los pesticidas, pero que puede que haya otros impactos tóxicos menos conocidos, como la lluvia radiactiva, que también podrían afectar su supervivencia.

Después del desastre nuclear de Chernobyl, los científicos demostraron que los niveles de radiación cercanos podrían obstaculizar la reproducción de las colonias de abejorros, pero esos niveles eran 1000 veces más altos que los niveles modernos del estudio en cuestión.

Según Thure Cerling (Universidad de Utah), aunque el nuevo estudio no debería alarmar sobre la miel que consumimos en el presente, comprender cómo se mueven los contaminantes nucleares sigue siendo vital para medir la salud de nuestros ecosistemas y nuestra agricultura.

Copyleft: atribuir con enlace a https://neofronteras.com

Fuentes y referencias:
Artículo original.
Mapa: J. M. Kaste, P. Volante y A. J. Elmore/Nature.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
Compartir »

3 Comentarios

  1. tomás:

    Famosísimos actores y personal de filmación contrajeron cáncer y algunos fallecieron por esa causa en la filmación de la película «El conquistador de Mongolia: Gengis K.an», que se filmó relativamente cerca de el desierto donde se habían realizado pruebas de explosiones atómicas USA. John Wayne, Susan Hayward, Pedro Armendáriz, el director Dick Powell y más de cien participantes padecieron cáncer y unos cincuenta murieron por su causa. Posiblemente algunos lo hubiesen sufrido igualmente y, aunque creo que la ciencia médica no se ha pronunciado en cuanto a si fue por la radiación, muchos médicos se decantan por una relación causa-efecto. Posteriormente se ha contabilizado una alta incidencia de este mal en las poblaciones más cercanas.

  2. Miguel Ángel:

    Añado otra curiosidad de la que quizás nos pueda ampliar algo el amigo David, en este caso sobre Chernobyl: es el lugar de Ucrania más visitado por los turistas. Buena parte de ellos son aficionados a un videojuego muy popular que recrea las áreas más desoladas. Tras años jugando, muchos jugadores quieren ver los lugares reales.

  3. tomás:

    Pocas veces se habrá concebido tan malsana curiosidad.

RSS feed for comments on this post.

Lo sentimos, esta noticia está ya cerrada a comentarios.