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Los pulpos sienten dolor emocional

Área: Biología,Medio ambiente — lunes, 3 de mayo de 2021

Una serie de experimentos indican que los pulpos sienten dolor emocional y que, por tanto, se necesitarían regulaciones para ellos similares a las que ya tienen los vertebrados.

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El documental «Lo que el pulpo me enseño» acaba de recibir el Óscar de Hollywood a la mejor película documental. En ese documental se relata la relación personal entre un pulpo que vive en su ambiente natural y un humano, que es el protagonista y autor del documental.

En este caso, el protagonista afirma sentir una conexión con el pulpo y cree que, hasta cierto punto, es correspondido.

Hay numerosos estudios que hablan de la inteligencia y curiosidad de los pulpos. Esto choca contra nuestros prejuicios de que solamente los vertebrados tienen estas capacidades nerviosas superiores. La cuestión también atañe a la capacidad de sentir dolor emocional, algo que los vertebrados pueden llegar a sentir y que, obviamente, también sentidos los humanos.

Esta capacidad de sentir dolor emocional era algo que se negaba para cualquier invertebrado. De este modo, la columna vertebral sería como un sustituto de la complejidad del cerebro de un animal. Pero para el caso del pulpo, que tiene varios centros nerviosos y un complejo sistema nervioso, ¿sigue esto siendo cierto? Hasta hace poco no se sabía o más bien se negaba.

Ahora, una investigación rigurosa parece demostrar que algunos invertebrados, o al menos el pulpo, experimentan el componente emocional del dolor. De este modo, los pulpos sentirían dolor como lo hacen los mamíferos. Esto tendría implicaciones en el caso de establecer regulaciones acerca del bienestar para estos animales en la industria alimentaria.

Gran parte de lo que podríamos considerar una reacción al dolor, como retirar la mano de una estufa caliente, es en realidad un acto reflejo. Ocurre de forma automática, sin involucrar al cerebro, en casi todos los animales con sistema nervioso.

El dolor es una experiencia en dos partes que se produce en el cerebro. La primera parte es la conciencia de una sensación física, como la sensaciones que se sienten en la mano quemada. La segunda parte, más complicada, es la experiencia emocional asociada con esa sensación: darte cuenta de que tus dedos palpitantes y tu piel con ampollas te están causando malestar.

Según los especialistas en ética, es este aspecto emocional del dolor el que es relevante para el bienestar animal. Pero es difícil de medir y muchos sostiene que no creen que haya ninguna forma de probar que otro organismo, incluso otro ser humano lo sienten. Así que, lo más cerca que podemos estar de saber esto en otras especies, es determinar qué situaciones y experiencias intentan evitar.

Precisamente esto es lo que ha logrado medir Robyn Crook (San Francisco State University) en sus experimentos con pulpos usando la llamada prueba de preferencia de lugar condicionada en su laboratorio. Esta prueba es un método común para determinar si los ratones y las ratas de laboratorio experimentan dolor. Descubrió que los pulpos se comportan como sus homólogos mamíferos en este tipo de ensayo.

Durante el experimento, Crook colocó un pulpo pigmeo de Bock entre dos receptáculos o habitaciones, una con rayas en las paredes y la otra con manchas, para que eligiera una de ellas. Ambos patrones eran nuevos para el animal y estaban destinados a llamar su atención. Luego, lo dejaba vagar y observó dónde se quedaba.

Al día siguiente, en otra parte del laboratorio, Crook inyectó una pequeña gota de ácido acético en uno de los brazos del pulpo. La experiencia dolorosa asociada a esto es como rociar con zumo de limón un corte en la piel. Cuando el animal se despertó con un tentáculo punzante, Crook lo confinó en la habitación que hubiera preferido antes.

La investigadora extrajo el pulpo 20 minutos después y le administró lidocaína para adormecer el tentáculo inyectado. Luego lo colocó en la habitación que no le había gustado tanto en un principio. Después de otros 20 minutos, Crook la devolvió a su casa del tanque.

Finalmente, unas cinco horas después, Crook llevó el pulpo de regreso a los receptáculos y le dio una opción: regresar a la cámara inicialmente preferida y en donde estuvo confinado con un brazo punzante o ir a la que no le había gustado tanto pero en donde le habían entumecido el tentáculo y sintió alivio. La idea detrás de todo ello es hacer que el pulpo recordara qué había sentido en esos dos lugares.

Hizo el experimento con siete pulpos. En todo los casos eligieron ir a la segunda cámara no preferida en donde fue calmado de su dolor. Como grupo de control, Crook inyectó a otros siete animales con una disolución salina en lugar de ácido acético. A diferencia del grupo experimental, estos otros pulpos regresaron a la habitación que habían preferido originalmente.

Los resultados muestran las complejas experiencias de dolor de los cefalópodos. Asociaron la habitación que alguna vez les gustó más con el escozor que sintieron la última vez que estuvieron allí, a pesar de que la inyección ocurrió en otro lugar. Luego compararon esa experiencia con su estado típico sin dolor y decidieron que lo que les hacía sentirse mejor.

«Ese es el tipo de gran salto cognitivo que tienes que dar para poder hacer este experimento de aprendizaje en particular. Hay mucho procesamiento consciente que tiene que suceder», dice Crook. Añade que, usando toda esa información, los pulpos optaron por ir a la cámara no preferida.

El último estudio de Crook sugiere que habría que centrarse más en el bienestar de estos animales, que actualmente están desprotegidos tanto en la investigación como en la industria en los EEUU.

Mientras tanto, el uso no regulado de los cefalópodos continúa a pequeña escala en los laboratorios, pues ya se comercializan cefalópodos para investigación. A una escala mucho mayor se usan en la industria alimentaria a través de capturas en el mar.

En ciertos países como España hay una gran tradición culinaria respecto a los pulpos, que se comen de diversas formas y gustan mucho. A partir de su popularidad como comida ahora en otros países como EEUU y su elevado número de capturas, este alimento, antes despreciado, es ahora muy cotizado y se ha vuelto caro y escaso. Recientemente, se habla en España incluso de criar pulpos en piscifactorías.

A raíz del resultado de Crook sería necesario introducir nuevas regulaciones respecto al bienestar de estos animales, incluso si seguimos comiéndolos, con o sin pimentón.

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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Noticia en Scientific American.
Foto: Pixabay.

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5 Comentarios

  1. Miguel Ángel:

    No sabía que se estuviese haciendo tan popular en EEUU, querido Neo, gracias por la información. Pero si vamos a darles un status equiparable a los vertebrados, ya veremos si no entra en conflicto con la idea de criarlos en cautividad o semicautividad, porque no son animales gregarios: si se juntan grandes con pequeños, creo que podría haber canibalismo.

  2. tomás:

    Me ilusiona que los hombres -y las mujeres, claro (hay que j….se)- nos enteremos de una vez de que hay otras inteligencias aquí, a nuestro lado, a las que prestemos atención, estudiemos, e intentemos interactuar con ellas. Que no todo es comer delfín y pulpo, que quizá pudiésemos comunicarnos de una forma más compleja, como se intenta con chimpancés, por ejemplo.

  3. apalankator:

    Los pulpos son animales tan evolutivamente diferentes de los cordados como nosotros, que pueden tener una inteligencia tan extraña que no podamos entender.
    Un factor limitante para que puedan adquirir conocimientos creo que es su corta vida, de pocos años en el mejor de los casos, pero experimentalmente se les ha dado más longevidad, copio de Wikipedia: «Se ha comprobado que la extirpación experimental de las glándulas ópticas después del desove dio como resultado el cese del cuidado de los huevos, la reanudación de la alimentación, el aumento del crecimiento y la prolongación de la duración de la vida».
    Se podría intentar exponerlos a pruebas progresivamente más elaboradas a la vez que se prolonga su vida para saber dónde se llega, claro que siguen creciendo y en 10-15 años se puede encontrar uno con un monstruo de 500kg.

  4. Miguel Ángel:

    Tampoco tenía conocimiento de que la supresión de la función reproductiva aumentase la longevidad de estos animales, querido Apalank.ator, muchas gracias por el apunte.
    Lo que parece menos probable es que llegasen a pasar test más complicados si viesen más tiempo. Los investigadores que trabajan con cefalópodos relatan que cuando son jóvenes tienen una gran capacidad para aprender trucos y superar nuevas pruebas. Pero un pulpo (o una sepia) de 3 años ya no aprederá trucos nuevos. Algo similar a lo que ocurre con los loros, mucho más longevos, que tienen una gran capacidad de aprender durante el primer y segundo año de vida, pero a aprtir de ahí desciende de modo muy significativo.

  5. tomás:

    Si relacionamos el crecimiento en vez de la edad con el aprendizaje, puede ser que sigan aprendiendo mientras aumenten sus cerebros.

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