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Descubren un nuevo opabínido un siglo después

Área: Paleontología — jueves, 10 de febrero de 2022

Nuevo opabínido diversifica las maravillas más extrañas del grupo de los euartrópodos.

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En su libro La Vida Maravillosa, el biólogo evolutivo Stephen Jay Gould popularizó los seres que una vez habitaron los mares cámbricos hace más de 500 millones de años y que fueron descubiertos hace un siglo en Burgess Shale, un yacimiento de fósiles situado en las Montañas Rocosas canadienses.

En su libro describe unos seres asombrosos, como Opabinia y Anomalocaris, que pertenecen al mismo grupo de artrópodos. Gould consiguió convertirlos en íconos de la cultura populares (se hicieron incluso peluches de algunos de ellos). Mientras que Anomalocaris, con su boca radial y sus apéndices espinosos de agarre, es un radiodonte con muchos parientes, de Opabinia no se puede decir lo mismo.

De todas esas extrañas criaturas, ninguna ha sido tan fascinante como Opabinia. Con cinco ojos compuestos y una trompa que termina en una garra, Opabinia parece de otro mundo, como algo imaginado para una novela de ciencia ficción.

Gould calificó a Opabinia como una «extraña maravilla» y dijo que pertenecía al panteón de íconos evolutivos como Archaeopteryx, Tyrannosaurus rex y los ancestros humanos arcaicos.

Sin embargo, Opabinia ha permanecido envuelta en un misterio evolutivo debido a la frustrante falta de fósiles. A pesar de que en Burguess Shale se descubrieron varios ejemplares de la misma especie de Opabinia hace más de 100 años, ha sido el único opabínido descubierto hasta ahora. No se habían encontrado fósiles de esta familia en ningún otro lugar durante este tiempo.

Ahora, un equipo internacional de investigadores dirigido por la Universidad de Harvard confirma que un espécimen, que antes se había clasificado como un radiodonte, es un opabínido.

El nuevo estudio emplea métodos filogenéticos novedosos y sólidos para confirmar que Utaurora comosa es el segundo opabiniido jamás descubierto y el primero en más de un siglo.

Utaurora comosa fue hallado en la Formación Wheeler del Cámbrico medio de Utah, de 500 millones de años de antigüedad. Se describió por primera vez en 2008 y entonces fue clasificada como un radiodonte.

Stephen Pates (Universidad de Harvard) se encontró por primera vez con el espécimen en el Instituto de Biodiversidad y Museo de Historia Natural de la Universidad de Kansas cuando era estudiante de posgrado. Pates estaba estudiando la diversidad de los radiodontes y vio que este espécimen no encajaba exactamente con un verdadero radiodonte, por lo que podría ser un opabínido.

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Los rasgos de este nuevo fósil recordaban a Opabinia, pero la cabeza mal conservada era poco más que una mancha carmesí, ocultando la probóscide y la generosa porción de ojos. Estos seres de cuerpo blando fosilizan muy mal y casos como el de Burguess Shale son una excepción.

Pates, al unirse al laboratorio de Javier Ortega-Hernández, trabajó con el Jo Wolfe, becario postdoctoral que estudia las relaciones de los artrópodos fósiles y vivos, para así determinar dónde encaja mejor Utaurora en el árbol filogenético de la vida.

Los opabínidos son el primer grupo en tener una boca orientada hacia atrás. Sus surcos intersegmentarios dorsales son precursores de la segmentación de todo el cuerpo y sus aletas de natación laterales precursores de los apéndices. Utaurora comparte caracteres y morfología tanto con los radiodontes como con Opabinia. Si bien la estructura anterior y los ojos de Utaurora estaban mal conservados, los surcos intersegmentarios a lo largo de la espalda y las espinas dentadas emparejadas en la cola se observaron completamente.

Las observaciones morfológicas limitadas llevaron a Pates y Wolfe a utilizar análisis filogenéticos comparando a Utaurora con 43 fósiles y 11 taxones vivos de artrópodos, radiodontes y otros panartrópodos.

«El análisis filogenético inicial mostró que estaba más estrechamente relacionado con Opabinia. Seguimos con más pruebas para cuestionar ese resultado utilizando diferentes modelos de evolución y conjuntos de datos para visualizar los diferentes tipos de relaciones que este fósil pudo haber tenido», dice Wolfe.

A diferencia de Opabinia, Utaurora se encontró en Utah y, aunque todavía es Cámbrico, es unos millones de años más reciente que Opabinia. Esto significaría que Opabinia no era el único opabínido y que Opabinia no era una especie tan única como pensábamos.

Cuando Utaurora se describió por primera vez como un radiodonte en 2008, los científicos pensaron que los opabínidos y los radiodontes formaban un grupo monofilético llamado «dinocáridos». Pero en los últimos 10 a 15 años, los científicos han descubierto más de 10 nuevas especies de radiodontes, lo que permite ver que los opabínidos y los radiodontes son ligeramente diferentes.

«También tenemos más herramientas filogenéticas para cuestionar nuestros resultados. Solo con base en la morfología, se podría argumentar que Utaurora es un radiodonte extraño y también por traer de vuelta el concepto de ‘dinocárido’. Pero nuestro conjunto de datos y análisis filogenéticos respaldaron a Utaurora como un opabínido en el 68 % de los árboles recuperados mediante el análisis de los datos, pero solo en un 0,04% para un radiodonte», dice Pates.

Por tanto, los árboles evolutivos permitieron al equipo descartar a los radiodontes como familia de la nueva especie y concluir que el nuevo fósil probablemente estaba estrechamente relacionado con Opabinia.

En un artículo publicado en Proceedings of the Royal Society B, el equipo describe el fósil como el segundo opabínido jamás descubierto. Llamaron a la nueva especie Utaurora comosa, en honor a la diosa romana del amanecer, Aurora, que convirtió a su amante en una cigarra, uno de los innumerables artrópodos que vinieron después de Utaurora.

Según Wolfe, la época en la que Gould escribió su libro fue anterior a los paradigmas evolutivos actuales, por lo que las similitudes entre Opabinia y Anomalocaris aún no se entendían realmente.

«Ahora sabemos que estos animales representan etapas extintas de la evolución que están relacionadas con los artrópodos modernos. Y tenemos herramientas más allá de la comparación cualitativa de las características morfológicas para una ubicación más definitiva dentro del árbol de la vida animal», finaliza.

Estos investigadores creen que Utaurora representa un importante predecesor en la evolución de insectos y crustáceos. Los opabinidos fueron los primeros grupos en poseer bocas orientadas hacia atrás y sus aletas surcadas parecen haber sido un precursor de la segmentación, ambas características comunes de los artrópodos modernos.

Sin embargo, no se parecería a ningún artrópodo que viva hoy en día. Mientras nadaba ondulándose a través de un antiguo mar, gracias a sus aletas y a su abanico de cola puntiagudo, Utaurora probablemente empleaba su probóscide para llevarse comida a la boca. Aunque Opabinia era similar, había diferencias clave entre las dos especies: mientras Utaurora lucía más púas en la cola, su cuerpo, con unos 3 cm de largo, tenía la mitad del tamaño que el de Opabinia.

Al final Opabinia y sus parientes no eran tan escasos o raros, pero siguen siendo maravillosos.

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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Ilustración: F. Anthony
Foto: S. Patés.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
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1 Comentario

  1. joseba:

    En el fósil de Utaurora la cabeza estaba mal conservada, faltando la probóscide y los cinco ojos típicos de Opabinia. En el dibujo éstos están bien representados, pero en cambio ha desaparecido la «trompa». ¿Será sólo una interpretación del ilustrador, o bien se asume que Utaurora ya no poseía ese apéndice?

    También se observan claramente los surcos intersegmentarios dorsales, como dice el artículo «precursores de la segmentación de todo el cuerpo». Sin embargo las representaciones de Opabinia muestran un cuerpo bien segmentado, lo que haría suponer que éste es más reciente y no más antiguo que Utaurora.

    Por lo demás, comparto totalmente la idea que «Opabinia y sus parientes siguen siendo maravillosos». Me reconforta ver que la emóción que nos provocan éste y otros animales icónicos desaparecidos hace tanto tiempo es bastante común.

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