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¿Quién extinguió a Megabird genyornis?

Área: Medio ambiente,Paleontología — lunes, 6 de junio de 2022

El ser humano habría extinguido a una ave gigante en Australia hace 45000 años.

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El ser humano siempre ha sido un actor en las extinciones de ciertas especies y tampoco ha sido necesaria una gran tecnología o ser occidental para haber acabado con muchas de ellas.

Hace 50000 años, Australia estaba poblada por aves muy grandes. Una de ellas, conocida como mihirunga (Genyornis newtoni), era seis veces más grande que un emú moderno, podía pesar 250 kilos y medir más de dos metros. Pero esta ave gigante desapareció hace 45.000 años.

Los investigadores llevan mucho tiempo preguntándose si fueron los cazadores humanos o fue el cambio climático el culpables de su desaparición. Ahora, un nuevo análisis de antiguas cáscaras de huevo pertenecientes a los restos de una comida humana prehistórica sugiere que los humanos fueron los responsables.

El hombre llegó a Australia hace unos 55000 años y hace 45000 años Genyornis ya se había extinguido, junto con docenas de otras especies animales gigantes, como los leones marsupiales y los canguros gigantes. Pero las pruebas que relacionan su extinción con la llegada de los humanos son, en el mejor de los casos, circunstanciales. Aunque los pueblos norteamericanos dejaron claras pruebas de la caza y el sacrificio de grandes animales, como huesos con marcas de corte o puntas de proyectil de piedra incrustadas en restos de mamut, nada de esto se ha encontrado en Australia.

En 2016 apareció una posible prueba cuando los investigadores relacionaron las cáscaras de huevo quemadas en yacimientos cercanos a las costas del sur y el oeste de Australia con Genyornis. En ese momento, argumentaron que las cáscaras eran pruebas de la elaboración de tortillas a una escala lo suficientemente grande como para llevar al ave al borde del abismo. Muchas cascaras habían sido quemadas, lo que implica consumo humano, y esto sería la primera prueba segura de depredación directa.

Pero otros investigadores argumentaron que los trozos de cáscara eran demasiado pequeños y finos como para pertenecer a Genyornis y sugirieron que pertenecían a Megapodius, un género de ave más pequeña emparentada lejanamente con las gallinas y los pavos.

Para demostrar que los huevos, del tamaño de un emú o de un huevo de avestruz pequeño, pertenecían a Genyornis. «Necesitábamos alguna forma independiente de demostrar que las cáscaras pertenecían a un ave gigante», dice Gifford Miller (Universidad de Colorado en Boulder).

El equipo intentó extraer ADN antiguo de las cáscaras, pero sus esfuerzos fueron en vano, pues las cáscaras eran demasiado antiguas y el clima es demasiado cálido. En su lugar, el equipo recurrió a las proteínas de la cáscara del huevo.

Las cáscaras de los huevos se forman rápidamente (en 24 horas dentro del oviducto del ave) y en seguida atrapan proteínas dentro de los cristales de calcio y minerales que forman la cáscara. Estas proteínas no se ven afectadas por la contaminación del entorno, sólo por la temperatura y el tiempo.

El equipo de investigadores pudo recuperar restos de proteínas relacionadas con la formación del huevo y comparó las secuencias de las proteínas con las encontradas en los huevos de los megápodos modernos. Éstas eran completamente diferentes e incluso quedaban fuera del grupo que conecta a todas las aves terrestres vivas. Eso dejó a Genyornis, que se pensaba que era un pariente lejano de los patos, como la única posibilidad.

Pero siguen existiendo misterios: ¿Por qué un ave tan grande pondría huevos relativamente pequeños y de cáscara fina? Tenemos un ave muy grande con los huevos más pequeños conocidos en relación a su masa. Lo que se necesitaría para demostrar sin dudas ese vínculo sería una cáscara de huevo junto a un conjunto de restos del ave en cuestión.

Las cáscaras quemadas sugieren que los primeros humanos que llegaron a Australia robaban y comían huevos en lugar de enfrentarse directamente a las grandes aves. Los autores sugieren que es posible que los humanos tuvieran éxito en ahuyentar a las aves del nido y que la forma más eficaz de provocar una extinción es capturar a las crías.

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Fuentes y referencias:
Noticia en Science.
Ilustración: Eleanor “Nellie” Pease/ARC Centre of Excellence for Australian Biodiversity and Heritage.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
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2 Comentarios

  1. tomás:

    Puesto que hay contradicciones que ponen en dificultades la teoría de los huevos. Por ejemplo no estoy seguro de que solo hicieran tortillas; buscando sencillez, podrían haber hecho huevos revueltos, más sencillos, que no precisan eso de darles la vuelta… En resumen, que quizá el método de responder a la pregunta titular del artículo sería buscar por eliminación. Para comenzar, puedo jurar y juro -emulando al difunto expresidente Suarez- que yo no fui. Espero haber contribuido, aunque sea tan modestamente, a la solución.

  2. Miguel Ángel:

    ¡¡Ja, ja, ja!! Maese Tomás, descartado por su fenotipo germánico u «holándico» (por esa zona lo sitúo).

    Muchos abrazos, y también para Don Adolfo.

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