Los videojuegos son cosa de hombres
Según un estudio los videojuegos activan el sistema cerebral de la recompensa de los hombres en mayor medida que lo hacen en las mujeres.
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No es difícil darse cuenta que los videojuegos gustan más a los hombres que a las mujeres. Lo que no estaba claro era la razón. Los antropólogos culturales, empeñados en ver condicionamientos culturales por todos lados dirían que esto es una manifestación cultural más. Pero quizás tengamos más condicionamientos biológicos y menos culturales que los que estos señores están dispuestos a admitir.
Un estudio de la Universidad de Stanford publicado en Journal of Psychiatric Research pone de manifiesto que, al menos en el terreno de los videojuegos, existen diferencias biológicas entre el cerebro de los hombres y el de las mujeres. En él los investigadores implicados muestran que parte del cerebro que se encarga de proporcionar sentimientos de recompensa está más activo en hombres que en mujeres durante una partida de videojuego.
Esto podría explicar por qué los varones se muestran más atraídos a estos divertimentos y por qué terminan estando más enganchados que las mujeres.
En 2005 se vendieron más de 230 millones de videojuegos y según las encuestas un 40% de los norteamericanos juega a ellos regularmente. Los jóvenes varones además son de dos a tres veces más proclives a la adicción a los videojuegos que las chicas. Hasta el momento no se había hecho un estudio neurológico sobre el asunto.
Allan Reiss y sus colaboradores, estaban interesados en el estudio del comportamiento diferencial según el género y en el concepto de territorialidad. Pensaron que una manera de hacerlo sería diseñando un videojuego.
Se pudieron manos a la obra y diseñaron un juego simple que consta de una línea central o «muro» en el centro de la pantalla. Al comienzo del juego aparecen 10 bolas en la mitad derecha que viajan hacía la izquierda (y hacia el muro). Cada vez que se hace clic sobre una bola desaparece de la pantalla. Si las bolas se mantienen a cierta distancia del muro éste se mueve hacia la derecha y el jugador gana territorio o espacio en la pantalla. Pero si una bola toca el muro antes de que sea eliminada, éste se mueve y se pierde territorio.
Durante el estudio 22 jóvenes (11 de cada sexo y adultos) jugaron numerosos intervalos de 24 segundos al juego, mientras que un sistema de imagen por resonancia magnética nuclear funcional medía su actividad cerebral.
A los participantes les decían que tenían que eliminar el máximo número de bolas posibles, pero no se les decía nada acerca de la ganancia o pérdida de territorio.
Ambos sexos aprendieron a jugar rápidamente pero los hombres ganaban significativamente más territorio que las mujeres. Aunque los dos grupos estaban motivados, los hombres parecían estarlo mucho más.
Después de analizar los resultados de todos ellos los investigadores encontraron que se había activado el centro límbico mesocortical del cerebro, región asociada a la recompensa y las adicciones. En los varones la activación era mucho mayor y el nivel de activación se correlacionaba con el territorio ganado. Otras regiones relacionadas con el circuito de la recompensa como el córtex orbitofrontal o la amígdala mostraban el mismo patrón.
El hallazgo indica, según los investigadores, que la adquisición exitosa de territorio en el juego proporciona más recompensa en hombres que en mujeres. Resultado que no es muy sorprendente si tenemos en cuenta que el hombre suele ser intrínsecamente más territorial, según Reiss.
Según este investigador el estudio sugiere que los varones tienen un circuito cerebral que les hace ser más proclives que las mujeres a sentir recompensa en un videojuego que tenga componentes territoriales, y que por tanto estén más motivados a continuar jugando, algo que les haría ser además más susceptibles a quedarse enganchados al juego.
Muchos videojuegos de éxito entre los varones se basan precisamente en factores territoriales y de agresión.
Reiss dice que se podría aplicar la misma técnica de estudio a otros tipos de videojuegos y que ya planea futuros trabajos en esta línea.
Todo lo que sea estudiar la naturaleza humana siempre será interesante, aunque quizás no necesariamente nos guste lo que descubramos.
Fuentes y referencias:
Nota de prensa en Stanford University.
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lunes 11 febrero, 2008 @ 4:12 pm
Durante muchos años se ha discutido sobre el origen innato o cultural de la territorialidad humana. Los zoólogos austriacos Konrad Lorenz, Karl Von Frisch y Irenaus Eibl-Eibesfeldt, junto al holandés Nicolaas Tinbergen, en los años 40 del siglo pasado sentaron las bases de lo que denominaron «etología» o biología del comportamiento. Tres de ellos (Lorenz, Von Frisch y Tinbergen) recibieron el premio Nobel de medicina y fisiología en 1973 por sus trabajos en este campo. Un capítulo fundamental de sus investigaciones se refiere a la territorialidad en el mundo animal, a sus características innatas y la evolución filogenética de los comportamientos asociados a ella, hasta llegar a la especie humana. No hace falta resaltar la importancia de la cultura en las conductas innatas, unas veces para bien y otras para mal. No obstante, el experimento descrito sugiere no sólo que la territorialidad es algo innato, como defienden los etólogos, que subyace en nuestro propio sistema neuronal, sinó que además es especialmente relevante en el sexo masculino, igual que la agresividad en el sentido etológico (que no hay que confundir con violencia).
Como en muchos otros condicionantes innatos de nuestra conducta, deberíamos ser lo suficientemente «inteligentes» para reconducir nuestra territorialidad. Podríamos empezar por derribar nuestras barreras mentales a culturas diferentes de la nuestra. Aunque este ejercicio, para que salga bien, deberíamos hacerlo todos.