Moda entre chimpancés
En un grupo de chimpancés se ha observado como el colocarse una brizna de hierba en una rojea se transforma en una moda al ser copiada por el resto de los miembros del grupo.
Las tradiciones culturales no son algo exclusivamente humano, tal y como se ha demostrado en un reciente estudio. Al parecer entre los chimpancés también hay modas.
Un grupo internacional de investigadores liderados por Edwin van Leeuwen (Instituto Max Planck de Psicolongüística de Holanda) tomó más de 700 horas de vídeo para estudiar cómo se desarrolla una moda entre estos primates.
Todo empezó cuando la chimpancé hembra Julie, del santuario Chimfunshi de recuperación de Zambia, colocó una brizna de hierba en una de sus orejas oreja o en ambas sin una razón aparente. Incluso dejaba la brizna de hierba ahí cuando se estaba acicalando, jugando o descansando. En visitas sucesivas los investigadores vieron cómo algunos chimpancés de su grupo empezaban a hacer lo mismo. Al parecer se estaba dando una suerte de aprendizaje social en el que otros miembros copiaban la moda introducida por Julie.
Los investigadores vigilaron y grabaron a los chimpancés diariamente hasta conseguir 740 horas de metraje a lo largo de un año sobre 94 chimpancés de cuatros grupos sociales diferentes en ese mismo santuario de recuperación. Sólo dos de estos grupos podían verse entre sí.
Sólo uno de estos grupos adoptó la moda de la hierba en la oreja, aunque en uno de los grupos un individuo hizo eso mismo durante un tiempo.
En el grupo de Julie ocho de los doce miembros adoptaron esta moda de la hierba en la oreja. El primero en copiarla fue su hijo Jack y después lo hicieron Kathy, Miracle y Val, individuos con los que interaccionaba frecuentemente. Generalmente dos de los chimpancés pusieron briznas de hierba en sus oreas a la vez.
Kathy y Val mantuvieron esta costumbre incluso cuando Julie, la inventora de la moda, murió. Van Leeuwen sugiere que estos animales que encuentran algún tipo de recompensa en este tipo de comportamientos los continúan por ellos mismos aunque aquel del que lo aprendieron ya no esté con ellos.
El estudio demuestra que este comportamiento no se dio al azar, sino que fue copiado espontáneamente por otros miembros del grupo. Este resultado es consistente con la capacidad que tienen los chimpancés de aprender unos de otros, algo que se ha demostrado reiteradamente.
Según van Leeuwen el estudio mostraría que los chimpancés tienen una tendencia a investigar activamente y a aprender comportamientos de otros miembros del grupo para así obtener información biológica relevante. “El hecho de que estos comportamientos puedan ser arbitrarios y durar más que el individuo que los originó habla del potencial cultural de los chimpancés”, añade.
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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Foto: Springer Science+Business Media.
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miércoles 9 julio, 2014 @ 10:25 pm
La identidad es un tema muy incómodo y que está muy verde aún en su abordaje científico. Pero al menos yo cada vez tengo más claro que un sistema autocognoscitivo debe tener resuelto el tema de la identidad (el autoidentificarse y autorreferirse), se defina esta como se defina. En el caso de los humanos es enormemente variada y compleja, multitud de elementos configuran la autorreferencia, desde los étnicos (que en realidad serían sociolingüísticos) hasta los morfológicos (ser zurdo, por ejemplo, o alto o bajo, u obeso), los culturales (ideología), los educacionales (formación profesional, actividad laboral), desde luego la época en que vivimos (históricos). Un tema que particularmente me hace mucha gracia es la continuidad identitaria que de facto se hace en la interpretación histórica. Está claro que un danés de la alta Edad Media presenta una continuidad con un danés moderno (fundamentalmente a nivel sociolingüístico), pero desde luego si se pudiera llegar a tener un contacto entre dos individuos de cada una de esas extracciones, probablemente se verían como antagonistas acérrimos, dada la brutal diferencia entre la cosmovisión (y pautas de comportamiento derivadas) de ambos (supuestamente con más tolerancia por parte del contemporáneo por sus mayores conocimientos… o no). Sin embargo estoy seguro que de ser conscientes de la barrera temporal, sí se verían como miembros de una misma identidad (a mayores de la humana, evidentemente).
El aprendizaje por imitación de congéneres desde luego ni es exclusivo de los primates ni, a medida que vamos sabiendo más, se le ve ninguna particularidad exclusiva per se (de haber una mayor capacidad, sería de aprendizaje, no de focalización de estímulo). Es posible que la antropomorfización de lo que no es humano sea un subproducto de un sistema identitario de aprendizaje. Seguramente que por un mecanismo estructural, las barreras identitarias también son fundamentales a la hora de aprender por imitación.
domingo 13 julio, 2014 @ 4:40 pm
¡Cuidadín, cuidadín!…que se empieza con la hierba en la oreja, pero después vienen los abalorios de conchas y luego los bolsos de Chanel y lo que empezó como moda puede acabar convirtiéndose en un signo de poder o jerarquía: vuelvo a recordaros el caso de aquellos chimpancés enjaulados que ateosoraban ciertas piedras del recinto como fetiches. El macho dominante poseía la piedra más deseada y gastaba mucho tiempo y en energía vigilando para que no se la robasen y ahuyentando a los ladrones.
El asunto de la identidad en humanos tiene mucho de contradictorio. Considero que el «yo» y la identidad son sólo una máscara que nos ponemos: en ocasiones creemos encontrar refugio detrás de ella para después sentirnos a disgusto, presos de la máscara.
Charlando sobre este asunto hace algún tiempo, creo recordar que era el amigo «joabbl» el que me rebatía diciendo que si el «yo» había aparecido en la evolución es porque desempeñaba alguna función importante.
No pongo en duda el papel que desempeñan la consciencia o la autoimagen en los seres que han logrado alcanzarla, pero mucho me temo que en nuestra especie lo que empezó siendo un producto de la evolución suponga, a día de hoy, un lastre.
Voy a intentar sustentar mi anterior afirmación con algunos argumentos:
-Por un lado buscamos señas de identidad que nos vayan ubicando en nuestro grupo, raza, sociedad, religión…pero al final andamos picados con el pueblo de al lado aunque para un observador externo sea imposible encontrar ninguna diferencia significativa entre ambos pueblos (están a sólo unos Km de distancia y comparten la misma raza, cultura, acento…). Si interrogamos a algún habitante dónde encuentra la diferencia entre ambas localidades nos dará tan sólo uno o dos argumentos, casi siempre basados en tópicos, sesgos y creencias sin ninguna base objetiva.
Se demuestra así, el caracter profundamente irracional de los tribalismos y nacionalismos: sólo se sustentan en el miedo, los prejuicios y el egoísmo.
En una de las producciones que se han hecho sobre el personaje de Espartaco (no recuerdo cual), después de un batalla victoriosa, uno de los guerreros se le acerca y le dice:
«Despreciamos a los romanos porque matan a nuestro pueblo y nos hacen prisioneros pero, si nosotros también los matamos a ellos y los convertimos en esclavos ¿EN QUÉ NOS DIFERENCIAMOS DE ELLOS?»
-Por tanto, es algo ambivalente: por un lado, diversidad cultural que aporta variedad y riqueza, pero por otro lado, BARRERAS culturales idiomáticas y políticas que lo que hacen es separarnos y dificultar que nos entendamos, nos pongamos en el lugar del otro y trabajemos en pos del bien común.
-Para colmo, ya he apuntado también que la máscara del «yo» y la identidad muchas veces se nos hace muy pesada. Estos días están poniendo un documental que me ha gustado en el canal Odisea o en el Discovery, se titula «La metamorfosis»: hablan del caso del Dr. Jeckyl y Hyde, como ejemplo de un hombre que no se siente completo bajo una única máscara y que necesita ponerse otra para sacar a la luz impulsos e instintos que tiene sublimados.
En el domumental empiezan hablando de casos conocidos de metamorfosis (mariposas, ranas, etc) para acabar llegando a la conclusión de que el ser humano es el animal con mayor capacidad de metamorfosis de todos…y destacan también esa ambivalencia: por un lado nos gusta el cambio, pero por otro lo tememos por miedo a perder nuestras señas de identidad, a dejar de ser lo que creemos que somos.
Pero fijaos que sólo es eso: «lo que creeemos que somos», nuestra máscara.
Así que mi conclusión final coincide en gran parte con la del documental: tenemos un enorme potencial que nos hace ser en buena parte dueños de nuestro destino, disipemos los miedos y explotemos ese potencial porque la evolución no se detiene y la metamorfosis seguirá ocurriendo, nos guste o no.
lunes 14 julio, 2014 @ 9:57 am
El párrafo de Miguel Ángel: «-Por tanto, es algo ambivelente:…» da totalmente en el clavo de procesos actuales en la política española. «Barreras culturales idiomáticas y políticas…», a las que yo añadiría «intereses y ambiciones personales de todo tipo».
Cuando elegimos, cuando opinamos sobre un «líder» deberíamos medir muy bien esta cuestión.