Un posible mundo habitable descubierto por Kepler-K2
La misión Kepler-K2 descubre un sistema planetario con tres planetas en el que uno de ellos podría ser habitable. El sistema está tan cerca que se podría analizar espectralmente.
La misión extendida Kepler-K2 ha empezado rendir sus frutos. Como ya todos sabemos, el telescopio Kepler miraba permanentemente hacia una misma región del cielo en busca de tránsitos planetarios. El fallo de dos volantes de inercia hizo replantearse la misión y ahora sólo puede mirar una región del cielo durante 80 días. Al cabo de ese tiempo tiene que cambiar de región.
Este problema significa que Kepler sólo puede detectar planetas con un periodo orbital corto. Un planeta como la Tierra alrededor de una estrella de tipo G como el Sol no puede ser detectado ahora, pues su año es muy superior a eso.
Así que si Kepler-K2 detecta planetas en la zona habitable de su estrella, entonces lo hará en estrellas que sean enanas rojas, es decir estrellas de clase espectral M. Esto es precisamente lo que ha con seguido recientemente.
Se ha confirmado la presencia de tres planetas alrededor de la estrella EPIC 201367065, uno de ellos, el más externo, está en la zona habitable en donde el agua podría estar en estado líquido. Esta estrella es de clase M y más fría que el Sol. La región habitable de este tipo de estrellas es más estrecha que la de estrellas más cálidas, pero, a cambio, tienen vidas mucho más largas.
Estos planetas tienen un tamaño de 2,1, 1,7 y 1,5 veces el diámetro de la Tierra y reciben 10,5, 3,2 y 1.4 veces la luz que recibe nuestro planeta. El más favorable para la vida es el último, con un periodo orbital de 45 días, y recibe tanta intensidad luminosa como Venus.
Kepler nos ha enseñado cosas absolutamente nuevas. Entre otras cosas nos ha dicho que la mayoría de los planetas son más pequeños que Neptuno y mayores que la Tierra, caso que no se da en nuestro Sistema Solar. Así que no sabemos cómo pueden ser esos planetas, pues no tenemos ejemplos cercanos. Su estructura y composición sólo puede ser inferida por modelos, a falta de datos observacionales directos y precisos.
Se cree que una atmósfera rica en hidrógeno y no rica en nitrógeno como la terrestre no favorece la vida tal y como la conocemos. Así que puede que algunas se estas supertierras descubiertas sean minineptunos carentes de vida. Tampoco se sabe bien el papel que la tectónica pueda jugar en la habitabilidad de un planeta rocoso tan grande a largo plazo. Se sabe que la tectónica es indispensable para el mantenimiento de la habitabilidad de la Tierra. Se ha especulado que puede haber supertierras habitadas alrededor de estrellas rojas que mantengan su habitabilidad durante periodos de tiempo largísimos.
La gran ventaja de este sistema descubierto ahora es que esta estrella está a sólo 150 años luz de nosotros, por lo que este sistema podrá ser estudiado con detalle pronto, incluso con el Hubble. También será posible medir las masas de estos planetas y calcular su densidad. Se podrá incluso intentar sacar espectros de sus atmósferas en busca de bioindicadores.
En el descubrimiento de este sistema han participado varios grupos de investigadores, pues su confirmación se ha realizado con telescopios en tierra firme. Se han usado el Automated Planet Finder (en el observatorio de monte Hamilton, California) y el telescopio Keck (en el observatorio de Mauna Kea, Hawaii), entre otros telescopios como en Chile, para confirmar el descubrimiento.
El próximo paso será usar otros telescopios, como el Hubble, o algunos de los ya usados en su descubrimiento para tratar de obtener espectros que revelen la composición atmosférica y si esta es rica en hidrógeno o no.
Otro problema de los planetas en zona de habitabilidad de estrellas de clase M es que giran tan cerca de su estrella que es muy posible que presenten siempre la misma cara a su estrella. Aunque un estudio reciente sostiene que no tiene que ser así necesariamente.
Este excitante descubrimiento demuestra que Kepler puede todavía hacer muy buena ciencia y que los científicos e ingenieros de la NASA tienen una gran inventiva y competencia para rediseñar una misión que ya se daba por perdida al 100%.
De todos modos, Kepler sólo puede ver una pequeña parte de todos los sistemas planetarios a su alcance: sólo los que tiene el plano orbital de canto hacia nosotros. Según estimaciones estadísticas basadas en los datos de Kepler, en nuestra Vía Láctea habría 40.000 millones de planetas rocosos como la Tierra en la zona habitable.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4596
Fuentes y referencias:
Artículo original
Foto: NASA/Kepler
3 Comentarios
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miércoles 21 enero, 2015 @ 11:51 am
Hagan sus apuestas. Basta pasarse por una biblioteca (incluso digital) para comprobar que un cierto escoramiento hacia el escepticismo sobre la existencia de planetas (el consenso en el pasado apuntaba a que serían cosas muy raras y poco frecuentes, lo más frecuente serían estrellas solitarias, de hecho la mayoría de ellas son sistemas múltiples que se descartaban totalmente, ya hay varios exoplanetas en sisteas múltiples). Ahora, con sistemas de detección que están totalmente sesgados hacia casos extremos, vemos que casi casi la apuesta es a que no sólo hay planetas por todas partes (incluso errantes entre las estrellas), sino que parecen formarse apenas tienen ocasión.
La analogía no es buena consejera, porque se basa en la ignorancia (en la limitación de datos), pero por alguna razón los humanos nos hemos arreglado para construir prejuicios totalmente antipódicos respecto a la realidad xD. Estoy casi por decir que sistemas químicos parecidos a la vida son igualmente abundantes (o que se podrían calificar de tales), vamos, a chorros también. Es que esto tendría que ser lo normal, las leyes de la naturaleza son así.
Entonces la tercera y útlima espinosa cuestión, de si hay vida inteligente, yo pienso que a punta pala también. La cosa es que a ver si Lem va a tener razón. Es decir, van a ser tan distintos de nosotros (su propia herencia de eones) que a lo mejor no tenemos nada de qué hablar. Aunque parezca que no, tenemos bastante que comunicarnos con una seta, aunque no al nivel que algunos esperan (y en cierto modo, comérsela es una forma de comunicación). Es posible con estos seres pues la misma que con una muestra de roca. Literalmente.
Sería el palo definitivo a nuestra arrogancia. Casi poético. O poético directamente.
lunes 26 enero, 2015 @ 10:08 am
Tal como va la investigación, creo que vamos a un perfeccionamiento del método científico. Este se basa, especial aunque exclusivamente, en prescindir de aquellas variables «laterales» -que no sean esenciales-, con el fin de estudiar un fenómeno. Con los modelos por ordenador podemos incluir muchas variables que, a veces, sorprenden por su importancia.
Respecto a sólo poder observar «los que tienen el plano orbital de canto hacia nosotros», creo que no es preciso que sea «muy de canto». Bastará que el tránsito tenga un ángulo orbital, respecto a nuestra visual, que permita tapar una pequeña parte de su sol.
lunes 26 enero, 2015 @ 11:57 am
«El palo definitivo a nuestra arrogancia» a que se refiere Dr. Thriller ya lo tenemos en la Tierra, pero, parece ser que sólo esperamos encontrar inteligencia en seres tecnológicos, es decir, con manos para fabricar cosas; o quizá con una o dos trompas y, si puede ser, «hombrecillos verdes».
Ha de ser muy difícil estudiar a los delfines, por ejemplo. Pero tienen su idioma y, lo que es muy común en cualquier vertebrado -homeotermo como mínimo-, sentimientos de temor, de soledad, etc. especialmente aquellos animales que son sociales; simplemente porque tienen un buen «cerebro límbico» base de la mayoría de estas cualidades. Bueno, si no los entendemos, nos comunicamos con ellos como con las setas: nos los comemos.
Quiero decir que no será fácil reconocer inteligencia si sus facultades son muy distintas a las nuestras. Basta pensar en que, si admitimos -que ya es mucho admitir- que el número de especies habidas en la Tierra durante toda su historia es del orden de 100 millones. (Cálculo muy personal y poco fiable, basado sólo en las grandes extinciones, luego muy redondeado y después duplicado -así que ya me direis lo fiable que puede ser-) y pongamos que la vida comenzó hace 3500 Ma -también redondeando, ya que operamos con inexactitudes-. Si la vida inteligente la limitamos al género Homo -aunque todo indique que los australopitecos ya le daban a la piedra- y la seguimos redondeando a 2 Ma, resulta que nuestra presencia se reduce a 1/(175×10^9); es decir uno entre 175 000 millones en los especie-tiempo. En fin, que coincidir con otros capaces de entendernos no va a ser fácil. Para apoyar mi escepticismo basta considerar también lo problemático que resulta entenderse con nuestras parejas de diferente sexo -y eso que el cerebro está en el lado opuesto-, que parecen ser de la misma especie. Digo yo…