NeoFronteras

Sobre las super-erupciones solares

Área: Espacio — lunes, 17 de junio de 2019

Las super-erupciones se dan también en estrellas viejas como el Sol, lo que amenaza la vida moderna.

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Imagine, amable lector, que un día deja de funcionar toda la electrónica de su casa, que no hay electricidad, que su teléfono móvil ha dejado de funcionar, que su coche no arranca. Tampoco funciona su teléfono fijo y no puede llamar a la policía, los bomberos o las ambulancias. Y si va en persona tampoco funcionarán los coches de policía, los camiones de bomberos ni las ambulancias. Tampoco habrá reparto de mercancías, ni reposición en los supermercados ni tiendas de alimentos por el mismo motivo. No habrá satélites ni GPS ni reparto de pizzas. Si funcionarán, sin embargo, las armas de fuego.

Todos los necesitados de diálisis y respiración asistida morirán, pues tampoco funcionaran los generadores ni las células fotovoltaicas. No habrá operaciones de cirugía, ni se podrán conservar refrigerados los medicamentos, incluida la insulina. Una vez se agote el agua de los depósitos, las ciudades también se quedarán sin agua debido a la falta de bombeo. Las centrales nucleares, sin control, explotarán como la de Fukushima. No podrá leer sus libros electrónicos, Internet se habrá volatizado y no podrá tampoco consultar NeoFronteras.

Este es el escenario al que nos enfrentaremos tarde o temprano, si no reventamos todos los ecosistemas antes, claro. Volveremos de súbito al siglo XIX o, en otras palabras, alcanzaremos el fin del mundo tal y como lo conocemos. Una supertormenta solar tendría esos efectos y muchos más. Ha sucedido este tipo de eventos en el pasado, pero los humanos de entonces no se enteraron porque no tenían tecnología eléctrica o electrónica.

Hasta hace poco se creía que este tipo de erupciones solares sólo se daba en estrellas activas en su infancia o en enanas rojas. Pero los astrofísicos disponen ahora de una gran estadística de estrellas en la que comprobar la frecuencia de estos eventos en otras estrellas. Lo paradójico es que no se conocen las razones por las que se dan estos fenómenos.

Un estudio reciente muestra que también se dan en estrellas viejas como el Sol, pero más raramente, una vez cada unos pocos miles de años.

Según el líder del estudio, Yuta Notsu (CU Boulder), el resultado es una llamada de atención del peligro que algo así significaría para la vida en la Tierra. Si se diera una erupción de ese tipo en el Sol se alteraría toda la electrónica del globo, se producirían apagones y los satélites en órbita se verían afectados.

«Nuestros estudio muestra que tales erupciones son eventos raros pero hay cierta posibilidad de que podamos experimentar uno de esos eventos en los próximos 100 años o así», dice Notsu

El problema fue descubierto gracias a la misión Kepler, que se dedicó a descubrir planetas extrasolares por el método del tránsito. Esto exigía vigilar la actividad de miles de estrellas en busca de cambios en su brillo. De este modo, se pudieron apreciar varios de estos episodios cuando las estrellas, súbitamente, aumentaba mucho su brillo. Esto es un ejemplo más de utilidad práctica de la ciencia más básica.

Las erupciones de tamaño normal son habituales en el Sol, pero los datos de Kepler muestran que las hay cientos o miles de veces más energéticas que la mayor registrada en el Sol.

La pregunta es si esto sucederá tarde o temprano en el Sol. Notsu comenta que cuando el Sol estaba en su infancia era muy activo porque rotaba muy rápido, pero que no se sabía si algo así se podía dar en la actualidad aunque sea muy poco frecuentemente.

Así que este investigador y sus colabroadores estudiaron los datos de la misión Gaia de la ESA y del Apache Point Observatory en Nuevo México y obtuvieron una lista de supererupciones, 43 de las cuales se dieron en estrellas como el Sol. El estudio está sujeto a un análisis estadístico riguroso.

La edad de la estrella tiene, no obstante, gran importancia. Las estrellas jóvenes son las que producen la mayoría de las supererupciones con una a la semana, pero las estrellas viejas como el Sol (de 4600 millones de años) también las experimentan, aunque sea uno cada pocos miles de años.

Obviamente estos astrofísicos no pueden predecir cuándo será el próximo caso para el Sol, pero Notsu dice que eso no importa y que hay que prepararse para tal evento protegiendo la electrónica más fundamental, tanto en órbita como en el suelo.

«Si una de estas supererupciones se dio hace 1000 años, no fue un gran problema entonces, pues la gente sólo vería una gran aurora boreal. Ahora sería un problema mucho mayor debido a nuestra electrónica», finaliza.

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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Ilustración: NASA, ESA y D. Player.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
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7 Comentarios

  1. tomás:

    ¡No hay que alarmarse! ¡Tranquilidad! Algunas afirmaciones del artículo, exageran. Si comparamos la esperada vida bastante estable del Sol -unos 5000 millones de años- con la de un ser humano es como si la persona tuviese entre 35 y 40 años; o sea, que no es tan viejo a no ser que hablemos como los chavales/as que a los de esa edad les llaman -y les llamábamos en nuestros tiempos- carrozas.
    Dice el artículo «Sí funcionarían, sin embargo, las armas de fuego». Pues ya está: a dispararle al Sol, como en la peli «Amanece que no es poco». En el párrafo que sigue al de disparar, nada eléctrico funcionaría. Bueno, pues pedal y manivela que, al fin y al cabo, es lo mismo: manivela o pedivela,¿qué más da? Por otra parte, el artículo nos da el remedio seguro. Dice: «… si no reventamos todos los ecosistemas antes…». Pero los vamos a reventar sin remedio, así que no hay que preocuparse. Solo me duele no poder consultar NeoFronteras
    Pues eso, serenidad, que no pasa nada. Ya repasaremos esto y veréis que tengo razón, dentro de esos cien años que nos da Notsu.
    Abrazos de sosiego.

  2. Miguel Ángel:

    Da grima la lista de catástrofes naturales que no podemos detener, como las erupciones volcánicas, los terremotos, etc. Pero la catástrofe planetaria de la sobrepoblación y el calentamiento sí que es responsabilidad nuestra, ahí no tenemos disculpa.

  3. tomás:

    En efecto, querido amigo. La mayores amenazas las tenemos, una bajo nuestros pies -pensemos en los entre dos y cuatro supervolcanes (Yellowstone, por ejemplo, como más popular, turístico y conocido)- y la otra en la erupciones solares (sin contar algún meteorito que nos descalabre). Sin embargo nos empeñamos en liquidarnos en horizontal: guerras y agresión brutal y sin medida a nuestra imprescindible biosfera, a lo más inmediato que nos acoge. ¿Será que la inteligencia es cosa personal y se convierte en estupidez egoísta al contagiarse?

  4. Gerardo:

    El primer párrafo me recuerda a mi vida actual en el socialismo venezolano

  5. tomás:

    Por eso, estimado Gerardo, esta mañana he escuchado que, de Venezuela han salido ya 4.000.000 de personas. Bueno, 4.000.001 porque no han contado a nuestro apreciado comentarista y amigo al que echo de menos, JavierL, del que sabemos marchó a Colombia pero tuvo una buena oferta en otro país, aunque no sé que hizo. O quizá lo dijo pero no lo recuerdo.
    Mis mejores deseos para ambos.

  6. Miguel Ángel:

    Me sumo a esos buenos deseos para los amigos Gerardo y JavierL, y para Venezuela en general. Un poco menos para Maduro: un buen líder debería saber retirarse cuando el proyecto fracasa si de verdad quiere a su pueblo.

  7. tomás:

    Muy benévolo te veo con Maduro. No es que su proyecto haya fracasado. No creo que tuviese otro que el suyo para sí. Le importa un rábano el sufrimiento de millones de personas. Es un verdadero canalla al que se le aparece Chávez en forma de pajarito; o sea que, además, es idiota o toma por tales a sus compatriotas partidarios. Quizá no tanto si supiésemos el destino del dinero que ha de obtenerse del petróleo. Aunque esa industria esté también renqueante, sospecho que algo de ese pringue manchará sus bolsillos. Creo que a eso le llaman algunos política. No me parece que coincida con la idea de política entre los pensadores clásicos.
    Un abrazo.

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