Asteroides y el Evento de la Gran Biodiversificación del Ordovícico
Un asteroide pudo fragmentarse hace 466 millones de años y el polvo que cayó de él en la atmósfera terrestre pudo enfriar nuestro planeta hasta conseguir un periodo glaciar que dio lugar a la Gran Biodiversificación del Ordovícico.
Siempre hemos pensado en los asteroides como amenaza imaginando que alguno cae sobre la Tierra. El caso del que cayó sobre lo que hoy es Yucatán y que acabó con los dinosaurios y otras muchas especies al final del Cretácico nos recuerda que es un peligro que al final se puede manifestar. Sin embargo, ahora descubrimos que los asteroides pueden constituir otras fuentes de eventos e incluso ser positivos.
Hace 466 millones de años, mucho antes de la aparición de los dinosaurios, la Tierra sufrió un época glacial en la que aparecieron los casquetes polares y se implantó una nueva gama de temperaturas. Este cambio climático provocó una una diversificación de especies que evolucionaron rápidamente.
Esto es algo establecido desde hace tiempo. La cantidad de agua de los océanos influyen sobre la manera en la que las rocas del fondo marino se forman. Las rocas de este periodo muestras signos de que los océanos era menos profundos que en la actualidad, por lo que el agua debería de haber sido atrapada en casquetes polares y glaciares y para que estos se formen hace falta que la temperatura media sea baja. Sin embargo, hasta ahora había pocas ideas sobre la causas de esta edad edad del hielo o enfriamiento global.
Hace unos días se ha publicado una nueva teoría que sostiene que el origen de este enfriamiento podría ser la colisión entre dos asteroides que habría producido polvo en el espacio que iría cayendo poco a poco sobre la Tierra, lo que oscureció la atmósfera terrestre y redujo así la luz del Sol que llegaba a la superficie.
Incluso hoy en día hay polvo que cae continuamente desde el espacio procedente de cometas y asteroides, pero normalmente es una cantidad muy pequeña comparada con la que introducen los volcanes en la atmósfera en forma de cenizas volcánicas.
Según esta nueva teoría, propuesta por Philipp Heck (University of Chicago), Birger Schmitz (Universidad de Lund) y colaboradores, un asteroide grande situado en el cinturón que hay entre Marte y Júpiter se fragmentó debido a una colisión hace 466 millones de años, creando con ello más polvo de lo normal. La Tierra empezó a ganar 40.000 toneladas en forma de ese polvo al año. Eso es mil o diez mil veces más de normal. En el par de millones de años tras la colisión, este aporte de material supuso una gran cantidad de masa añadida.
Durante esos dos millones de años el polvo atmosférico procedente del espacio bloqueo parcialmente la luz solar y produjo, todo según esta idea, el enfriamiento de la Tierra
Los autores del estudio se basan en modelos climáticos y en los restos de meteoritos y micrometeoritos de la época que se encuentran en las rocas sedimentarias que se formaron en el fondo del mar y que se originarían en la misma época.
Las rocas estudiadas proceden que un lugar al sur de Suecia (foto de cabecera) que desde los años noventa ha proporcionado 100 meteoritos fósiles (como el de la foto posterior). Esta abundancia demuestra que en esa época el ritmo de caída de estos objetos era muy superior el normal, por lo que se justifica que procedan de la ruptura de una asteroide debido a alguna colisión.
Extraer este material, estos micrometeoritos, de las rocas sedimentarias no es fácil, pero es posible. Se tratan las rocas con ácidos débiles que se comen la roca caliza y dejan al descubierto otros tipos de materiales. Luego se analiza isotópicamente el material resultante para así encontrar la de origen extraterrestre. La presencia de helio 3 y de otros elementos que normalmente no se encuentran en la corteza terrestre son algunas de las pistas que apuntan al origen extraterrestre de estos materiales.
Otro aspecto ya apreciado por otros investigadores es que, si esta hipótesis es cierta, el polvo extraterrestre debería de haber aportado cantidades extras de hierro a los océanos, lo que habría fertilizado los mismos. Un cuello de botella a la productividad de los mares en la escasez de este elementos. Si se aporta, los microorganismos fotosintéticos se reproducen más y retiran más dióxido de carbono de la atmósfera, lo que reduce aún más la temperatura.
Estos investigadores son los primeros en mostrar que hay una gran coincidencia temporal entre el enfriamiento global de esa época y una cantidad extra de polvo en la atmósfera terrestre de originado fuera de la Tierra. Según estos, la relación causa-efecto parece bastante fuerte.
Como el polvo estuvo cayendo en la atmósfera durante dos millones de años, el enfriamiento fue gradual y la vida no sólo se adaptó a los cambios, sino que se benefició de ello.
Se produjo una explosión de nuevas especies que evolucionaron para adaptarse a regiones con diferentes temperaturas. Fue el Evento de la Gran Biodiversificación del Ordovícico. No fue un evento catastrófico y, desde luego, nada comparado como la extinción del Cretácico de hace 65 millones de años antes mencionada cuyo origen se debe a un cambio súbito al caer un meteorito.
La biodiversidad marina de dobló o incluso triplicó, los microbios construían arrecifes que allanaron el camino a los corales, los trilobites crecieron en tamaño y aparecieron los depredadores con tentáculos como los nautiloideos que nadaba en bancos en las aguas de unos mares en los que no había casi peces.
Algunos han propuesto usar un sistema de geoingeniería para enfriar la Tierra en la actualidad y así compensar el calentamiento global debido a nuestras emisiones. Una idea de geoingeniería propuesta en 2012 sostiene que se podría acarrear un asteroide de unos 30 km de diámetro (1036 Ganymed) a las cercanías de la Tierra y molerlo para crear una nube de polvo que bloquee un 6,6% de la luz del sol, lo que rebajaría la temperatura en 2 grados. Fertilizar océanos es otra propuesta, aunque sobre esta ya se han hecho algunos experimentos poco prometedores.
Pero Heck dice que hay que ser muy cautelosos con estas propuestas y que estos proyectos deben ser evaluadas con mucho cuidado y gran sentido crítico, porque si algo va mal las cosas pueden ir aún peor que al comienzo.
Copyleft: atribuir con enlace a htpps://neofronteras.com
Fuentes y referencias:
Artículo original.
Foto de cabecera: Field Museum, Philipp Heck.
Foto 2: Field Museum, John Weinstein.
2 Comentarios
RSS feed for comments on this post.
Lo sentimos, esta noticia está ya cerrada a comentarios.
lunes 23 septiembre, 2019 @ 5:41 pm
Bueno, la idea no es del todo nueva, históricamente ya se sugirió para explicar las glaciaciones recientes pero por nubes de polvo interestelares atravesadas por el Sistema Solar. Algo que una sonda en Marte (y hasta en la Luna) podría desmentir sin problemas (el consenso actual las explica por el ciclo de nutación y la particular distribución continental de los últimos cinco millones de años). Para esta hipótesis lo mismo, obviamente hay que dominar la selenología y la areología.
Cartografiar asteroides para localizar restos de la colisión con la tecnología actual parece más complicado.
martes 24 septiembre, 2019 @ 9:57 am
Manejar cerquita treinta y tantos billones de toneladas que puede pesar ese objeto me parece muy arriesgado. Tiene la ventaja de no quitar materia a la Tierra y elevarla al espacio, pero no sé, no sé… Ya, para eso están los cálculos, aunque solo pensarlo mete miedo.