Exoplanetas en sistemas binarios
Analizan la influencia de los sistemas binarios de estrellas sobre los exoplanetas.
Desde que estrenó la primera película de Star Wars, que excitó la imaginación de los espectadores con el planeta Tatooine en donde se ponen dos soles, se ha pensado sobre la posibilidad de que haya planetas con vida en sistemas estelares dobles.
Por un lado ya se conocen más de 4000 exoplanetas, la mayoría orbitando una sola estrella. Por otro, también se sabe que la mayoría de las estrellas pertenecen a sistemas estelares dobles. Además se conocen algunos casos de exoplanetas orbitando estrellas de este tipo de sistemas. Pero muy pocos casos de exoplanetas que orbitan a dos estrellas a la vez.
Markus Mugrauer (Universidad Friedrich Schiller en Jena) ha estudiado algunos casos de exoplanetas que orbitan alrededor de una estrella que forma parte de un sistema estellas múltiple contiene exoplanetas y los ha caracterizado.
Recientemente ha publicado un artículo con sus hallazgos en Monthly Notices (Royal Astronomical Society). Las conclusiones a las que ha llegado confirman la presunción de que la existencia de varios efectos que este tipo de estrellas tiene en el proceso de formación planetaria y de cómo estos planetas evolucionan en el tiempo.
Mugrauer dice que los sistemas estelares múltiples son muy comunes en la Vía Láctea, y que si esos sistemas incluyen planetas, son de particular interés para la Astrofísica, porque esos sistemas planetarios pueden ser diferentes de nuestro Sistema Solar.
Para encontrar esas diferencias Mugrauer investigó más de 1300 estrellas con exoplanetas para ver si tenían una estrella acompañante. Esto fue facilitado por el hecho de tener acceso a los datos de la misión Gaia de la ESA.
De este modo, tuvo éxito al demostrar que, entre esas estrellas, 200 tenían estrella acompañante. Con los datos que tenía pudo caracterizar tanto la estrella acompañante como el sistema en más detalle. Encontró que había una variedad de distancias entre las estrellas de formaban el par. En un extremo habían una caso en el que esta distancia de separación era de sólo 20 UA (más o menos la distancia entre Urano y el Sol) y en el otro 9000 UA.
La estrella acompañante también variaba en masa, temperatura y estado evolutivo. La más pesada tenía 1,4 masas solares, mientras que la más ligera sólo tenía un más de un 8% de la del Sol.
La mayoría de las estrellas acompañantes eran de baja masa, en general enanas rojas. Sin embargo, también encontró 8 enanas blancas, que son el estadio final de estrellas como el Sol, una vez han terminado su fase de gigante roja. La enanas blancas son sólo un poco más grandes que la Tierra, pero tienen una masa que es una buena fracción de la del Sol. Esto implica que los planetas pueden sobrevivir a la fase de gigante roja de una estrella cercana.
Aunque la mayoría de los sistemas múltiples era binarios, también se identificó una docena de sistemas triples y cuádruples.
Con una separación entre 20 y 10000 UA, un total de un 15% de las estrellas estudiadas tenían, al menos, una acompañante. Esto es interesante, pues ese 15% representa la mitad de la abundancia esperada en estrellas en general. Además, las distancias entre estrellas eran unas 5 veces más grandes que el promedio general.
«Estos dos factores considerados a la vez podrían indicar que la influencia de varias estrellas en un sistema altera el proceso de formación de planetas, así como el posterior desarrollo [estable] de sus órbitas», dice Mugrauer.
La causa de esto podría ser en un principio el impacto que el campo gravitatorio de la estrella acompañante tuviera sobre el gas y polvo del disco de acreción. Además, este mismo campo gravitatorio influiría sobre el movimiento orbital de los planetas alrededor de su estrella anfitriona.
A este investigador le gustaría perseguir un objetivo más ambicioso. En el futuro los datos proporcionados por Gaia permitirán caracterizar de forma precisa estas estrellas acompañantes. La combinación de estos datos con los que ya se están obteniendo en una campaña en el Observatorio Paranal por parte de ESO permitirá saber más sobre la influencia precisa de la multiplicidad estelar en la formación y desarrollo de los planetas.
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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Ilustración: NASA Ames/SETI Institute/JPL-CalTech.
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miércoles 27 noviembre, 2019 @ 5:36 pm
Siempre tuve una cierta fascinación por esa historia (me temo que magufa) de los Dogon de Malí, la astronomía siempre está en el folklore pero no tal y como la tratamos nosotros ahora. La historia, corta porque tampoco vale la pena meterse mucho, es que por lo visto este pueblo milenario conocía la mecánica celeste de Sirio A y B, que la civilización occidental no pudo resolver hasta mediados del siglo XIX. Sirio tiene una serie de casualidades en sus efemérides junto a ser la estrella más brillante del firmamento (después del Sol, claro), que la hacen llamativa por sí sola en cualquier clase de cultura que se moleste en crear un calendario. En realidad es bastante popular en muchos «pueblos primitivos» a lo largo del globo por las citadas razones, vamos, que no es nada raro un festival por la salida de Sirio (con su nombre local). Lo raro era, claro, que los Dogon supiesen conceptos un tanto complicados y una serie de parámetros astronómicos absolutamente indetectables sin instrumental muy elaborado. Podríamos estar ante un caso de «Cargo Cult», interesante por sí mismo, una magufada vulgar y corriente, o, más probablemente, un follón mezcla de ambas cosas. Pero por llegar al punto, recuerdo haber leído en alguna parte, no sé dónde, que aparte de Sirio A y B conocen otro cuerpo que gira en torno a ambas (recordemos que Sirio A son 2 masas solares y B, la enana blanca, 1), tampoco recuerdo ahora los parámetros orbitales. Y recuerdo haber pensado, «aquí se han columpiado, porque esto en no muchos años lo van a desmentir».
Y me temo que así ha sido. El sistema de Sirio no parece tener acompañantes, desde luego si los tiene son demasiado pequeños. Pero, de todos modos, más cerca que Sirio está α Centauri, con Próxima ya casi con su C oficial y su flamante exoplaneta.
Ah, la ciencia, no respeta nada. Ni las magufadas más elaboradas. Dónde iremos a parar.