Remoto comercio con Asia
En el Mediterráneo oriental ya se consumían productos del lejano oriente durante la Edad del Bronce.
Cuando uno quiere cocinarse unas lentejas estilo hindú normalmente echa mano de especias que den al plato ese toque asiático. Para un europeo esto de las especias siempre fue algo exótico, lejano e importante. El problema es que casi todas ellas procedían de lugares tropicales y lejanos. Traerlas hasta Europa era muy complicado y caro. Al final, el ansia por las especies llego a ser el motor de descubrimientos geográficos y expansiones imperiales desde el siglo XV. Conocimos cómo era nuestro mundo a través de la cocina.
Naturalmente se sabía que el mercado de las especias era antiguo, casi tanto como la ruta de la seda. Sin embargo, no se creía que pudiera remontarse mucho más atrás en el tiempo.
Un estudio reciente liderado por investigadores de la Universidad Ludwig-Maximilians de Munich sostiene que especias como la cúrcuma o frutas como el plátano ya habían alcanzado el Mediterráneo hace más de 3000 años, mucho antes de lo que se creía. Es decir, incluso en la Edad del Bronce el comercio de larga de distancia relacionado con los alimentos ya pudo conectar sociedades muy distantes entre sí.
Para su estudio, este equipo internacional de investigadores analizó los dientes de 16 individuos de las excavaciones de Megido y Tel Erani, ambas en el actual Israel. Esa región sirvió como un importante puente entre el Mediterráneo, Asia y Egipto en el segundo milenio antes de nuestra era. El objetivo del proyecto era investigar la cocina de la Edad del Bronce en la población de la zona a través del análisis de los restos de comida, que incluyen proteínas o microfósiles de plantas que se hayan conservado en el sarro dental a lo largo de miles de años.
Philipp Stockhammer imagina una escena de la Edad de Bronce de hace 3700 años en el Mediterráneo oriental en la que en un mercado en la ciudad de Megido no solamente se comerciaba con trigo o dátiles que había por la región, sino que también con garrafas de aceite de sésamo o cuencos con cúrcuma.
Estos investigadores analizaron los residuos de alimentos en el sarro de los dientes de restos humanos y encontraron indicios de que ya se consumía cúrcuma, soja y plátanos en la Edad de Bronce y a comienzo de la Edad del Hierro.
Especias exóticas, frutas y aceites de Asia alcanzaron el Mediterráneo varias siglos o, en algunos casos, incluso un milenio antes de lo que previamente se había pensado
Según Stockhammer esta es la primera prueba directa del consumo primigenio de cúrcuma, plátano y la soja fuera de Asia. Además, es el primer indicio de que tan pronto como en el segundo milenio antes de nuestra era ya había un floreciente negocio de exportación a larga distancia de frutas exóticas, especias y aceites que se cree que conectaba el sur de Asia y el este del Mediterráneo a través de Mesopotamia y Egipto.
Mientras que este comercio de alimentos ya estaba documentado para tiempos más recientes, trazar las raíces de este embrión de globalización ha terminado siendo un problema complicado. Los hallazgos de este estudio confirman que el comercio de larga distancia de bienes culinarios ya conectaba sociedades distantes tan pronto como en la Edad del Bronce. La gente tenía un gran interés por los alimentos exóticos desde muy antiguo.
La boca humana contiene bacterias que continuamente petrifican en forma de sarro y pequeñas partículas de comida pueden quedar atrapadas en esa petrificación y conservarse a lo largo del tiempo. Si los investigadores tienen acceso a esas pequeñas partículas pueden ver algunos de los alimentos que consumía el humano de la época.
En este caso tomaron muestras de una amplia variedad de individuos de las excavaciones antes mencionadas y las analizaron. Dada la falta de higiene dental que podía darse en esa época, se puede tener acceso a lo que se comía en el tiempo en el que esas personas estaban vivas, incluso aunque sea hace miles de años.
La disciplina que analiza estas proteínas antiguas ha sido denominada Paleoproteómica y podría desarrollarse hasta ser un estándar entre el resto de los procedimientos en Arqueología, según estos investigadores.
«Nuestra investigación demuestra el gran potencial de este método para detectar alimentos que de otra manera dejan pocas trazas arqueológicas. El sarro es una fuente valiosa de información sobre las vidas de las personas del pasado antiguo», dice Christina Warinner (Harvard University)
Esta técnica se aprovecha de la estabilidad térmica que tienen determinadas proteínas asociadas con alergenos en el sarro petrificado.
El plátano fue domesticado en el quinto milenio antes de nuestra era en el Sureste Asiático y llegó al este de África 4000 años más tarde, pero se sabía muy poco de su comercio y de uso en el pasado. Este estudio aporta información valiosa acerca de cómo el cultivo del plátano se dispersó. Es increíble que hace tantos miles de años los intercambios comerciales pudieran alcanzar distancias tan grandes.
Tampoco se excluye la posibilidad de que algún individuo pasara parte de su vida en Asia consumiendo esos productos y viajara hasta el Mediterráneo frecuentemente. Pero esto también señalaría la potencia de las rutas comerciales de la época.
La cocina mediterránea estuvo caracterizada por el intercambio cultural desde sus estadios primigenios, según Stockhammer.
El faraón Ramses II fue enterrado en el año 1213 antes de nuestra era junto con unos granos de pimienta de la India en su nariz.
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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Foto: pixabay.
6 Comentarios
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lunes 11 enero, 2021 @ 6:08 pm
Bien, aquí sí que me voy al charco. Un par de ideas locas de este abogado del diablo. Premisa: obviamente nuestro des-conocimiento de la prehistoria es monumental Aurora Boreal.
Existe la idea de que en épocas muy remotas, cuando existía una mera organización por grupos de clanes estrictamente biológicos, si esto ha sido realidad alguna vez, es decir, no existían aún lo que llamamos grupos étnicos aunque ya pudiesen existir lenguas ininteligibles entre ellas, estos grupos eran muy andarines. No voy a traer a colación el archifamoso artefacto literario del clan del oso cavernario (altamente especulativo a la par que muy realista en determinados puntos), pero el hecho de que un clan pudiese partir hoy, 2020, del occidente de esta península y llegarse hacia 2022 a Crimea y en 2024 al mar de Aral (actualmente asfixiado), es una hipótesis muy plausible. La movilidad de los indios de América del Norte era notable, sobre todo en ciertos casos.
En algún momento surgió la territorialización. Es posible que la agricultura tuviese algo que ver o fuesen otros factores desconocidos. Obviamente cuanto más nos sujetamos a un territorio tanto más la evolución actúa, un poco como una lluvia más intensa, quizá al adaptarnos más a un territorio concreto surgieron los grupos étnicos más o menos como los conocemos. Esto puede ser algo real o ser una tontería, no hay forma de saberlo.
Pero lo que parece fuera de duda, al menos lo parece, es que la creación de estructuras sociales más «civilizadas» tiende a fijar a los grupos humanos en un territorio, está claro que en los antiguos reinos de Mesopotamia la movilidad era muy reducida, está claro que los RRHH destinados a mantener estructuras fijas (plantaciones, ciudades, regadíos, minas, puertos, etc) tienen que ser elevados y el porcentaje de gente movible tirando a pequeño (mover un ejército de risa para un estándar moderno, cientos de personas, era una pesadilla logística para ellos). Esto trae más conflictos que los pueblos nómadas, tenemos estructuras más fijas y más dependientes, no puedo agarrar los bártulos y el petate y largarme para otro lado. En corto: guerra.
Esta es la idea más o menos tradicional. Siempre me rechinó. Entre muchas razones, por los indios de América del Norte que a fin de cuentas eran pueblos literalmente neolíticos. De hecho hubo protocivilizaciones urbanas que colapsaron antes de la llegada de los europeos, pero esto es otra historia. Estos pueblos nómadas desarrollaron plenamente grupos étnicos totalmente modernos, una completa diversidad lingüística y cultural, y se superponían en sus territorios de caza y recolección, a veces con conflictos, a veces, no. No se les aprecia ningún punto crítico hasta aquí así y desde aquí asado, ningún atisbo de propiedades emergentes esperando para salir a flote. Dicho sea de paso, el hombre blanco que los borró del mapa se movía mucho más que ellos (y saqueaba como una plaga bíblica).
Bueno, este artículo es otro clavo en el ataud. Si sociedades preurbanas tenían niveles de comercio de una longitud fenomenal toda esta historia que he descrito ya no se sostiene más. Es más, siempre he sospechado que uno de los «méritos» del imperio romano (extensible a cualquier otro), que favoreció el comercio, es totalmente falso y que lo cierto es exactamente lo contrario (en apoyo de esta hipótesis ciertas enfermedades comunes a todo el imperio y que sólo son explicables por la uniformidad en la alimentación). Sí, sí, que lo redujo. Que tenían más disponibilidad de objetos lejanos pueblos como el del artículo y un mundo perimediterráneo desarticulado en centenares de modelos políticos que un acúmulo de basura cultural que se dedicó a adulterar la moneda y vivir en una perpetua guerra civil (y extinguir bastante fauna simplemente para entretener a la chusma y expandir latifundios).
Todo esto nos subraya la peligrosa ignorancia de lo mal que nos conocemos a nosotros mismos.
jueves 21 enero, 2021 @ 2:12 am
Para ponerse galones, no parece, querido Dr, Thriller, ni tampoco que analizar los restos de comidas en las bacterias petrificadas de los dientes sea una técnica ultramoderna, que tampoco.
jueves 21 enero, 2021 @ 8:06 pm
Supongo que ahora es más fácil y barato que hace tiempo, y los resultados mucho más exhaustivos. Pero no soy consciente de haber puesto galones a nadie.
Y ciertamente estudios de alimentación y enfermedades son viejos de cuidado. Siempre con el problema añadido que un individuo adulto superviviente hasta ahora no nos daba información sobre la esperanza de vida (porque sabíamos cuántos quedaban por el camino para que nuestro espécimen llegara). Pero ahora sí que se puede, analizan la variación de determinados genes y se puede estimar el tamaño aproximado de la población a la que pertenecía el individuo. He leído que acaban de hacer el estudio sobre población precolombina en islas del Caribe a la llegada de los europeos y parece ser que era mucho menor que las estimaciones más bajas, lo cual es llamativo.
jueves 21 enero, 2021 @ 8:07 pm
…porque NO sabíamos cuántos quedaban por el camino… Obviamente.
domingo 24 enero, 2021 @ 11:40 am
Pero no quería decir que le hayas puesto galones, querido Dr., al contrario: lo que estaba diciendo es que todo ese desconocimiento que mencionas, no es motivo para condecoraciones.
En cuanto a la movilidad de los primeros pobladores de América, parece cada vez más contrastada, del mismo modo que sus ancestros, que llegaron en distintas oleadas, desde lugares tan remotos como el sureste asiático, llegando en pocas generaciones a América.
Abrazos.
jueves 28 enero, 2021 @ 12:16 pm
Es curioso que la anatomía de los sudamericanos nativos, aunque suelen ser fornidos, no parecen tan dotados para los grandes desplazamientos como los etíopes o los masái, por ejemplo.