Límites al alargamiento de la vida
Un estudio que ha llevado décadas en realizarse concluye que los límites biológicos impiden alargar la vida humana y que el aumento de la esperanza de vida se debe a que muere menos gente joven.
Al final, toda vida termina en muerte, incluida la humana. A diferencia de casi todos los animales, que también mueren, los humanos somos conscientes de que moriremos.
Salvo por accidente falta, llegará un momento en el que las fuerzas de la vida irán despareciendo lentamente y cada uno de nosotros seamos empujados al borde de la no existencia. Posiblemente, en esos segundos sabremos que nuestra vida llega a su fin. Es entonces cuando te rindes a lo definitivo y desapareces para siempre. Para los que quedan todo ello no tiene sentido. El que se va ya no tiene consciencia para pensar sobre ello y las neuronas que han formado lo que somos mueran rápidamente.
Desde tiempo inmemoriales hemos buscado salidas a ese final y nos hemos inventado todo tipo de subterfugios, desde la momificación a la criogenización, pasando por la fuente de la eterna juventud o la multitud de investigaciones que hay en curso sobre el alargamiento de la vida.
En estas mismas páginas hemos visto los esfuerzos que algunos investigadores están realizando para alargar la vida humana. Sus investigaciones están basadas en levaduras, nematodos, moscas de la fruta o ratones. Ninguna de los resultados ha sido aplicado todavía con éxito a humanos todavía. Pese a todo, hay entusiastas que están aplicándose la dieta de restricción calórica para retrasar sus muertes, aunque posiblemente se amarguen la vida.
En este tema siempre está el debate de cuánto podemos alargar la vida humana en función de nuestra propia naturaleza, de cuánto tiempo extra tendremos si nos cuidamos muchos. Algunos científicos creen que hay límites absolutos que no pueden ser superados, pero hay discusión sobre este asunto en el mundo académico y el debate sobre cuánto tiempo podemos vivir ha dividido a la comunidad académica durante décadas.
Básicamente, algunos académicos sostienen que la esperanza de vida humana no tiene límites, mientras que otros dicen lo contrario.
Ahora, un estudio sostiene que probablemente no podamos reducir la velocidad a la que envejecemos debido a limitaciones biológicas y que lo más seguro es que hay límites absolutos que no pueden ser superados. El estudio se basa en las estadísticas de vida en primates humanos y no humanos.
Este estudio sin precedentes se propuso probar la hipótesis de la «tasa invariante de envejecimiento», que dice que una especie tiene una tasa de envejecimiento relativamente fija desde la edad adulta. Analizó datos de nacimientos y muertes específicos por edad que abarcan siglos y continentes y fue necesario realizar un seguimiento de poblaciones silvestres de primates durante varias décadas.
El estudio es el resultado de una colaboración internacional de científicos de 14 países, ha sido dirigido por Fernando Colchero (Universidad del Sur de Dinamarca) y por Susan Alberts (Universidad de Duke, Carolina del Norte). El equipo cuenta, además, con José Manuel Aburto (Centro Leverhulme de Ciencias Demográficas de Oxford).
«Nuestros hallazgos apoyan la teoría de que, en lugar de ralentizar la muerte, más personas viven mucho más debido a una reducción en la mortalidad a edades más tempranas. Comparamos los datos de nacimientos y muertes de humanos y primates no humanos y encontramos este patrón general de mortalidad fue el mismo en todos ellos, lo que sugiere que los factores biológicos, más que ambientales, controlan en última instancia la longevidad», dice Aburto.
Añade que las estadísticas confirmaron que los individuos viven más a medida que mejoran la salud y las condiciones de vida, lo que conduce a una mayor longevidad en toda la población. Sin embargo, es al parecer evidente que en todas las especies se observa un fuerte aumento en las tasas de mortalidad a medida que avanzan los años hacia la vejez.
Lo que ha faltado hasta ahora es una investigación que comparara la esperanza de vida de múltiples poblaciones animales con los humanos y así averiguar qué está impulsando la mortalidad. Este estudio cubre precisamente esa brecha. La colección de datos recolectada es extraordinariamente diversa y permitió a los investigadores comparar las diferencias de mortalidad tanto dentro de cada especie como entre especies.
El equipo analizó datos de primates, nuestros parientes genéticos más cercanos y, por lo tanto, es más probable que arrojen luz sobre nuestra biología. El equipo de investigación analizó información de 30 especies de primates, 17 en la naturaleza y 13 en zoológicos, incluidos gorilas, babuinos, chimpancés y monos guenones. Además, examinó los registros de nacimientos y defunciones de nueve poblaciones humanas en Europa, el Caribe y Ucrania de los siglos XVII al XX y dos grupos de cazadores recolectores entre 1900 y 2000.
Todos los conjuntos de datos examinados por el equipo revelaron el mismo patrón general de mortalidad: un alto riesgo de muerte en la infancia que disminuye rápidamente en la niñez tardía y adolescencia, permanece bajo hasta la edad adulta temprana y luego aumenta continuamente a medida que avanza la edad.
«Nuestros hallazgos confirman que, en poblaciones históricas, la esperanza de vida era baja porque muchas personas morían jóvenes. Pero a medida que continuaron las mejoras médicas, sociales y ambientales, la esperanza de vida aumentó. Ahora, cada vez más personas viven mucho más tiempo. Sin embargo, el patrón hacia la muerte en la vejez no ha cambiado. Este estudio sugiere que hasta ahora la biología evolutiva triunfa sobre todo lo demás y que los avances médicos no han podido superar estas limitaciones biológicas», sostiene Aburto.
El equipo espera que sus hallazgos conduzcan a una mayor comprensión de la ecología y evolución de una amplia gama de especies animales en todo el mundo y contribuyan a su conservación.
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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Foto: Pixabay
6 Comentarios
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viernes 18 junio, 2021 @ 10:56 pm
Creo que para elevar efectivamente la vida por encima de los 100 años hay que echar mano de las células madre, como el caso que se mencionó aquí hace unos años:
https://neofronteras.com/?p=4104
Todo lo demás es bajar mortalidades prematuras por enfermedades o accidentes, como bien se menciona en el artículo
sábado 19 junio, 2021 @ 1:59 am
Casi siempre la menciono: hay otra línea de investigación que ha arrojado resultados iniciales muy prometedores, querido Apalank.ator:
https://neofronteras.com/?p=4864
Y hay que tener en cuenta que llevamos solo un par de décadas trabajando con la Genética.
sábado 19 junio, 2021 @ 8:34 pm
Muchas gracias por la información amigo Miguel Ángel, no recordaba ese método.
El asunto sería conservar células madre para que fueran reponiendo las senescentes que barre el fármaco, por ejemplo combinando este método con el anterior que enlacé.
Como siempre, hay que seguir investigando.
lunes 21 junio, 2021 @ 3:38 pm
Gracias por su tiempo y reportaje sin embargo creo que aún en estos tiempos la gente habla mucho pero no hace lo que dice porque bien saben que la correcta forma de vivir bien es comer bien y no lo hacen en mi familia nunca tuvimos miembros que fumaran tomarán o se drogaran siempre comemos lo mas natural y cuando mueren están en el promedio de 97 a 105 años así que lo único que he visto y vivido es comer sano y nunca se vicioso
lunes 21 junio, 2021 @ 9:10 pm
A ver si va materializando algún avance. Los de la Fundación Matusalén siguen adelante, a pesar de los muy escasos resultados hasta la fecha:
https://www.mfoundation.org/
domingo 27 junio, 2021 @ 12:10 pm
Resulta incontestable que una buena genética de origen, el cuidado, la comida apropiada, un ejercicio moderado, un medio ambiente sano, una mente sosegada y una buena consejería médica han de contribuir a la longevidad de un individuo. Que las estadísticas estén sesgadas parece obvio, tanto porque la muerte de los más jóvenes -bebés, etc.- ha disminuido muchísimo como porque muchos se salvan de una muerte cierta gracias a la medicina. Así que parece muy posible que, biológicamente, tengamos un límite difícil de superar significativamente ni aun con la comida mediterránea y el aceite de oliva virgen de primera.
Chao.