«Ven» la fuerza de voluntad
Ven, a través de imágenes de resonancia magnética nuclear, la zona cerebral relacionada con la fuerza de voluntad.
|
Imaginemos que el médico le ha dicho que tiene que perder peso, así que usted se pone a régimen. Sabe perfectamente qué alimentos contienen más calorías u cuáles menos, cuáles tomar y cuáles no.
Sabe que es su salud, que debe de cuidarse y se sacrifica comiendo menos o comiendo alimentos con menos calorías, como esas acelgas que sólo un dios tenebroso se habría empeñado en crear para ser usadas en alimentación humana. Pero llega un momento en el que el chocolate que está en el armario de la cocina, o el helado del frigorífico, le llama, dice eso de «cómeme, sólo un poquito, no te hará daño».
Puede que resista la tentación o puede que sucumba a la misma. Si es lo segundo quizás sea una de esas personas con poca fuerza de voluntad. Lo mismo se podría aplicar a dejar de fumar, hacer más ejercicio, o estudiar diariamente en lugar de meterse el atracón el día anterior al examen y suspenderlo.
Parece que para algunas personas es más fácil tener fuerza de voluntad que para otras. Ahora científicos del California Institute of Technology (Caltech) han descubierto las diferencias cerebrales entre ambos tipos de personas.
La clave parece estar en que mientras que todo el mundo usa una misma región del cerebro para evaluar este tipo de decisiones una segunda región modula la actividad de la primera en personas con autocontrol, permitiéndoles sopesar factores más abstractos como la salud frente a deseos más básicos.
Este hallazgo no sólo proporciona pistas sobre la interacción entre el autocontrol y la toma de decisiones en gente puesta a régimen, sino que explicaría cómo tomamos decisiones que requieren algún grado de fuerza de voluntad.
Antonio Rangel, del Caltech, dice que una cuestión básica en Economía, Psicología o religión es por qué algunas personas pueden tener autocontrol y otras no. Desde la perspectiva de las neurociencias, según él, hay que plantearse qué hay de especial en el circuito cerebral del autocontrol. En el artículo escrito con sus colaboradores aborda esta cuestión en el contexto de toma de decisiones por parte de gente puesta a régimen alimenticio.
Los resultados obtenidos fueron el producto de un experimento innovador. A un grupo de voluntarios que estaban a dieta se les mostró 50 fotos de comida de todo tipo. A los participantes se les solicitó que puntuaran cada comida en función de lo bien que les sabrían. Después se les mostró la misma secuencia de fotos y se les pidió que las puntuaran en función de los supuestos beneficios para su salud. A partir de estas puntuaciones se asignó a cada voluntario un “índice alimenticio”.
Entonces se les mostró de nuevo los 50 alimentos y se les pidió que eligieran entre uno de ellos o el que correspondería a su índice alimentario. Elección que después debían de comerse.
Durante todo el tiempo se vigiló su actividad cerebral mediante resonancia magnética funcional para así saber qué áreas cerebrales estaban más activas.
Después de que todas las decisiones se hubieran tomado, los investigadores identificaron a 19 voluntarios como los que mostraban mayor nivel de autocontrol, individuos que escogieron lo más beneficioso para su salud independientemente de su sabor o atractivo. Además, identificaron a 18 como los que menos autocontrol tenían, pues eligieron los alimentos más sabrosos para ellos, independientemente de su valor nutricional.
Cuando compararon esto con los datos de actividad cerebral pudieron comprobar que habría diferencias significativas entre ambos grupos.
En estudios previos se averiguó que le cortex prefontral ventromedial (vmPFC en sus siglas en inglés) tomaba parte en la toma de decisiones. Si su actividad era baja la persona rechazaría el alimento y si era alta lo elegiría.
En individuos con poca fuerza de voluntad esta región cerebral parece tener en cuenta solamente el sabor del alimento en cuestión en la toma de de decisiones. Sin embargo, en individuos con autocontrol el córtex prefrontal dorsolateral (o DLPFC) se activa y modula la señal básica de la otra región, incorporando consideraciones acerca de la salud a la decisión. Es decir, esta región permite a la primera sopesar simultáneamente tanto el sabor como los beneficios para la salud.
La región vmPFC está activa durante todas las decisiones, pero DLPFC está más activa cuando se emplea el autocontrol. Esta sería la razón última por la cual la gente con fuerza de voluntad toma mejores decisiones.
DLPFC no puede invalidar la reacción negativa a la comida (a nadie le gustan las acelgas), pero puede hacernos escoger un alimento sano frente a unas golosinas
Según Colin Camerer, otro participante en el proyecto, después de siglos de debates en las ciencias sociales finalmente podemos empezar a entender el autocontrol al ver la resistencia a la tentación directamente en el cerebro. Este estudio y otros llevarán a mejores teorías sobre cómo se desarrolla el autocontrol y cómo funciona para diferentes clases de tentaciones.
El próximo paso de estos investigadores será averiguar las maneras en las que el DLPFC se conecta a la toma de decisiones en personas con pobre autocontrol y en cómo modificarlo, quizás se podría hacer subrayando lo insano de tomar ciertos alimentos.
Este tipo de cuestiones probablemente forman también parte de las adicciones como fumar o de la toma de decisiones financieras arriesgadas.
Camerer fantasea con la posibilidad de ejercitar nuestra fuerza de voluntad y reforzarla de manera análoga a como ejercitar los músculos del cuerpo nos dan más fuerza física.
Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Artículo original (resumen).
5 Comentarios
RSS feed for comments on this post.
Lo sentimos, esta noticia está ya cerrada a comentarios.
domingo 10 mayo, 2009 @ 4:18 am
La fuerza de voluntad se ejercita. De hecho son muchísimos los estudios neurológicos que muestran como determinadas técnicas de meditación feruerzan esta capacidad. El autocontrol es de lo más relevante, es muy despreciado por nuestra cultura, que solo da importancia a lo «divertido» e «impulsivo» por ser estos herramientas excelentes para promover el consumismo y una economía atávica derrochadora de recursos naturales.
martes 12 mayo, 2009 @ 4:46 pm
Lo ideal sería que se diera con la forma de fortalecer la fuerza de voluntad, si es que esta es algo positivo, que a veces lo dudo. No cabe la menor duda que la presión: educación, entrenamiento, la práctica etc. confieren al ser humano un mayor auto control, como ocurre con los artistas marciales, yoguis etc; sin embargo tampoco tengo ninguna duda que para algunos es especialmente difícil, entre los que me encuentro yo, y es muy difícil resistirse a la tentaciones de comer, fumar etc.
miércoles 13 mayo, 2009 @ 10:51 pm
Como tengo poca fuerza de voluntad, de niño aprendí un truco: me persuado a mí mismo de explorar el exquisito sabor desconocido de aquello que «debo» ingerir contra mi apetencia natural. Mi madre era vegetariana y me encantan las acelgas. Llamo a esa técnica «epicureísmo estoico». (El problema es que no siempre soy capaz de usarla, y ahora estoy muy gordo.) Un saludo.
jueves 14 mayo, 2009 @ 1:36 am
Eso de que a nadie le gustan las acelgas… A mí me parece que están buenísimas, y como a mí al de aquí arriba y a un montón de personas más. Si ya desde pequeños oímos que si las acelgas son asquerosas, que si las verduras no le gustan a nadie y esas cosas pues ya venimos condicionados a rechazarlas. Luego esto provoca que menos gente las coma y la gente al conocerlas menos tenga menos maña para prepararlas bien, lo que hace que se agrande la bola.
martes 16 junio, 2009 @ 9:18 am
Por si a alguien le interesa, yo, que poca fuerza de voluntad tengo, pero que voy consiguiendo hacer lo que me conviene sobre mis inclinaciones, uso un truco que se me ocurrió cuando luché a brazo partido contra el tabaco sufriendo innumerables derrotas durante unos quince años.
Consiste en aprender a no pensar en aquello que quiero. Cuando se trataba del tabaco y me llegaba el imperioso deseo de fumar, el remedio era pensar en otra cosa.
Por fortuna, nunca he vuelto a fumar y creo que he ganado la batalla, tras treinta y cinco años de abstinencia.