Felicidad contagiosa
La felicidad se propaga por la sociedad de manera similar a como lo haría una enfermedad contagiosa. A la felicidad le gusta la felicidad, la gente feliz tiende a estar junta y la gente con más contactos sociales felices es más feliz.
Desde hace siglos los filósofos han debatido sobre la felicidad. El ser humano ha dado varias definiciones para delimitar ese estado de dicha o gozo e incluso se han llegado a proponer varias recetas para alcanzarla, algunas de ellas basadas en dogmas religiosos, otras en la creación de paraísos artificiales de origen químico… Incluso en la constitución de los EEUU se recoge el derecho de todo ciudadano a perseguir la felicidad. País en el que sus habitantes tienen una particular obsesión por ser felices y lugar de origen del estudio que vamos a relatar a continuación y cuyos resultados son bastante interesantes.
La verdad es que no sabemos muy bien qué es la felicidad o cómo obtenerla. A veces deseamos ser felices y ni siquiera buscamos esa felicidad, sino otras cosas. Sartre dijo que el infierno eran los demás, pero en un animal social como el ser humano casi cualquier cosa está en los demás, quizás incluso la felicidad. Puede que si usted está contento o feliz se lo deba a su familia y amigos. No ya porque le llenen de dicha al orbitar a su alrededor, sino porque estos seres que le rodean son también felices y ese estado simplemente se contagie.
Los científicos se han interesado sobre la felicidad y sobre el efecto que tiene sobre ella el ganar la lotería o caer enfermo, pero hasta el momento nadie había estudiado su efecto sobre un conjunto social. Ahora investigadores de la Harvard Medical School y de University of California en San Diego afirman que la felicidad es el resultado de un fenómeno colectivo que se difunde a través de las redes sociales como una emoción contagiosa. Aunque las Matemáticas no nos dan una receta para ser felices si pueden explicar parcialmente, como en este caso, el fenómeno de la felicidad.
El estudio que han realizado se basa en casi 5000 individuos y en él se ha estudiado la felicidad de los mismos a lo largo de los últimos 20 años. Descubrieron que cuando un individuo está contento su efecto sobre la red llega hasta el tercer grado. De esto modo dispara una reacción en cadena que beneficia no sólo a sus amigos, sino a los amigos de los amigos y a los amigos de los amigos de los amigos. Además el efecto dura hasta un año.
La otra cara de la moneda, la tristeza, no se difunde de la misma manera. Parece que a la felicidad le gusta más la compañía que a la tristeza.
Según Nicholas Christakis, uno de los autores del trabajo, el estado emocional depende de las experiencias emocionales de gente que incluso no se conocen, y ni siquiera es un efecto fugaz.
Nicholas Christakis y James Fowler, que creen que la difusión de las emociones tiene un aspecto psicobiológico fundamental, han estado recopilando datos durante dos años del Framingham Heart Study (un estudio cardiovascular que empezó en 1948), reconstruyendo la urdimbre social en la que los individuos están enredados y analizando la relación entre redes sociales y salud. Los investigadores descubrieron un tesoro oculto en los datos archivados: hojas manuscritas administrativas de seguimiento desde 1971. Todos los cambios familiares de cada participante en el estudio como nacimiento, matrimonio, defunción, divorcio estaban recogidos. Además había información de contacto sobre sus amigos, compañeros de trabajo y vecinos, algunos de los cuales también participaban por casualidad en el estudio. Centrándose en 4739 de ellos estos autores pudieron estudiar 50.000 lazos sociales y analizar la difusión de la felicidad a través del grupo.
Usaron un índice de medida desarrollado por el Center for Epidemiological Studies Depression para medir la felicidad basado en un test que los voluntarios del programa tenían que contestar. Encontraron que cuando los individuos son felices un amigo que viva a menos de una milla de distancia experimenta un 25% más de probabilidad de ser también feliz, la pareja corresidente un 8%, los hermanos a menos de una milla un 14% y los vecinos de la puerta de al lado un 34%.
La mayor sorpresa apareció cuando estudiaron las relaciones indirectas. El amigo que se sentía “feliz ajena” contagiaba esta felicidad a otro amigo no relacionado con el primero, que experimentaba un 10% de probabilidad de ser más feliz. Y un amigo de este último no relacionado con los dos anteriores experimentaba un 5,6% de aumento.
Aunque nos separen 6 grados de cualquier otra persona podemos influir en la felicidad de los que están separados de nosotros hasta tres grados. Según Christakis es la diferencia entre estructura y función de una red social.
Estos efectos están limitados en el espacio y en el tiempo. Cuanto más cerca vivan los amigos más fuerte será el contagio emocional. Según la distancia aumenta el efecto se disipa. Esto explica por qué los vecinos de al lado siente un contagio tan fuerte, pero no los otros vecinos del barrio. Además el efecto parece desaparecer al cabo de un año. Por tanto, el fruto de la felicidad está limitado por el tiempo y la geografía, y no puede darse en cualquier lugar y en cualquier momento.
Recordemos aquí que una red social puede ser representada por un grafo en la que los vértices del mismo representan las personas y las aristas que unen dos de ellos la existencia de una relación personal entre los dos. Los grafos en redes sociales se han utilizado para estudiar la propagación del chismorreo o de las enfermedades humanas, las estructuras lingüísticas y el terrorismo.
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Estos investigadores encontraron además que contrariamente a lo que los padres suelen aconsejar a sus hijos, la popularidad sí da la felicidad. La gente en el centro de un agrupamiento de la red social (tengamos en mente el grafo y no la geografía en este caso) son más propensos a ser felices, posibilidad que aumenta con la extensión de la gente que los rodea, que además tienen muchos amigos. Sin embargo, ser feliz no ayuda a una persona a «migrar» desde el margen exterior de la red al centro de la misma. En otras palabras, la felicidad se propaga a través de la red sin alterar su estructura.
Fowler explica todo esto con una analogía en la que se puede imaginar una vista aérea de una barbacoa que se celebra en un jardín. La gente formará grupos en el centro y otros estarán por la periferia. La gente más feliz suelen ser los situados en el centro, pero alguien de la periferia que súbitamente está contento, gracias a un determinado intercambio, no se mueve súbitamente al centro del grupo. Éste simplemente permanece donde está, aunque ahora tenga una mayor sensación de sentirse bien. La felicidad no cambia su lugar en la red, simplemente se difunde por la misma.
También han podido medir el efecto del dinero. El estudio muestra que tener 5000 dólares extras aumenta la posibilidad de ser feliz a la persona que los posee en un 2%, es decir que aunque tiene influencia ésta es menor que la influencia de una persona feliz que no se conoce directamente, incluso en tercer grado.
La persecución de la felicidad no sería un viaje en solitario, sino que todos estaríamos conectados con los demás en la búsqueda de esta meta.
Fuentes y referencias:
Nota de prensa en Harvard Medical School.
Nota de prensa en University of California en San Diego.
Propagación de cotilleos en redes sociales.
Nuevo algoritmo para genes, lenguas o terroristas.
James H Fowler, Nicholas A Christakis. Dynamic spread of happiness in a large social network: longitudinal analysis over 20 years in the Framingham Heart Study. British Medical Journal, December 4, 2008
Foto cabecera: «Happiness» por Swamibu, vía Flickr.
3 Comentarios
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martes 9 diciembre, 2008 @ 9:07 am
¿Y la mala leche también?
Quizás por eso España es un país de gente bajita y cabreada como dicen los guiris?
Saludos!
Interesante artículo, parece dar la razón a los hippys a las filosofías orientales de «paz y buen rollo».
viernes 12 diciembre, 2008 @ 4:58 pm
Interesante artículo, pero creo que está muy sesgado por dónde se realizó el estudio: los Estados Unidos. Allí tienen una cultura de la felicidad que otros sitios no hay.
Creo que fue Azcona el que dijo que no hay nada que moleste más que la felicidad ajena. Creo que en España el resultado sería otro, quizás el inverso y la gente que conociera a gente feliz sería más infeliz.
Por otra parte la gente es asquerosamente egoista para estas cosas y suele hacer el vacío a la gente «no enrollada», triste o «no graciosa». Es decir, aquí tienes que ser lo suficientemente sociable como para tomarte unas copas con los colegas sin amargar la vida a los demás, pero no realmente feliz como para ser envidiado.
sábado 13 diciembre, 2008 @ 2:10 pm
Justamente, porque este estudio se hizo en EE.UU. es que tiene más validez. La cultura de EE.UU. privilegia el egoísmo, el poseer dinero y bienes materiales, el ser competitivo económicamente antes que el ser cooperativo. Justamente, porque este estudio se hizo en EE.UU es que tiene más validez. La cultura de EE.UU. privilegia el egoísmo, el poseer dinero y bienes materiales, el ser competitivo económicamente antes que el ser cooperativo, el de dar valor a las relaciones sociales-comunitarias y el de ser solidario no es el fuerte de la cultura de EE.UU.
Pero a pesar de ello, el estudio obtuvo estos resultados. El dinero no da la felicidad, ayuda pero no genera felicidad, la felicidad se genera con buenas relaciones sociales, amigos y una buena sonrisa… Ahora sé cuán de contagiosa puede ser una buena sonrisa!!!ar valor a las relaciones sociales-comunitarias y el de ser solidario no es el fuerte de la cultura de EE.UU.
Pero a pesar de ello, el estudio obtuvo estos resultados. El dinero no da la felicidad, ayuda pero no genera felicidad, la felicidad se genera con buenas relaciones sociales, amigos y una buena sonrisa… Ahora sé cuán de contagiosa puede ser una buena sonrisa!!!