Los bosques primarios son sumideros de carbono
Contrariamente a lo que hasta ahora se creía los bosques viejos son buenos sumideros de dióxido de carbono y, por tanto, necesitan protección.
Pasear por un viejo bosque es una experiencia sin igual. Nos rodean grandes árboles que vivieron tiempos históricos, podemos sentir ese olor tan especial, esa mezcla de humedad, hierba y tierra. La quietud es a veces interrumpida por el canto de los pájaros o por otras criaturas de la populosa, aunque discreta, vida que en él habita. Sobre el suelo crece un sotobosque de arbustos, helechos, equisetos y otras plantas primitivas. Un bosque así es armonioso, equilibrado, perfecto; no haría falta justificar su existencia.
Un bosque primario parece no crecer, parece estar en un estado estable perpetuo, por eso no parece descabellado pensar que en estos bosques el dióxido de carbono que se toma de la atmósfera es devuelto a la misma en un balance neutro. Cuando los árboles viejos caen, el carbono de su madera es enviado a la atmósfera en forma de CO2 a través de los procesos de descomposición que los hongos y bacterias efectúan y, de este modo, se compensaría el que es fijado por las plantas vivas que en el bosque crecen. (leer más…)